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María José Pou

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El artificio del Palau

Si hay un símbolo de lo sucedido en la Comunidad Valenciana durante estos años es el Palau de les Arts. Podría decir que es el Valencia C.F. pero el equipo de fútbol representa la burbuja, el control político y la especulación desmedida, de otra manera. La del Palau es ejemplificadora en todos sus flancos. Por el edificio, por las ínfulas de grandeza en el mundo de la ópera y por los intentos de sobrevivir sin conseguirlo.

Construimos una obra megalómana sin necesidad ni posibilidades de pagarla. Físicamente representa todo lo que quisimos ser o nos hicieron creer que queríamos ser. Ahora es más evidente que nunca. En carne viva constituye el mejor ejemplo de que nos envolvimos de una piel excesiva y falsaria. Valencia no era capital de la ópera. Quisieron que fuéramos, pero no había tal vocación popular. Aquí entendemos más de bandas de música que de grandes divas líricas. Pero hubo quienes, llenos de complejos y de ganas de enriquecer o enriquecerse, se empeñaron en que aquello era poco. Podemos ser la capital mundial de la música de calle pero quisimos llenar los salones de oropeles y dramas decimonónicos. Valencia no es Londres ni Milán. Pero eso no nos desmerece. Milán y Viena no son Valencia. Allí la música se vive en grandes conservatorios; aquí, en cada pueblo y en cada casa. No es para sentirse pequeño.

Por eso no es de extrañar que Zubin Metah haya decidido dejar la dirección de la orquesta del Palau. No estamos en condiciones de seguir financiando una burbuja musical. Y posiblemente no debamos hacerlo. Entiendo el enfado que entre los amantes de la ópera producirá esta tesis pero no es de recibo que las bandas de música languidezcan por falta de ayudas y estemos metiendo miles de euros en montajes operísticos inaccesibles. Quisimos competir con la Scala o el Liceu, aunque eso supusiera ser cola de león. Se queja Metah de los recortes. Pero no se quejan la mayor parte de los valencianos que prefieren no ver desabastecidas otra vez las farmacias. No es la miopía de quien considera secundaria la cultura. Lo secundario es el pavoneo que hemos vivido aquí a costa de la cultura.

 

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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