Ser exministro no garantiza nada. Me refiero a que sea indicativo de inteligencia, preparación, capacidad o sentido de Estado. Tal vez en otra época podía ser señal de habilidades retóricas, dotes de mando y señorío pero a estas alturas casi nunca relacionamos al político con esas virtudes y sí con la que escalar y no caerse de la lista electoral.
Por eso no me impresiona la concentración de exministros que ayer vivió Valencia y que constituyen el núcleo de la Fundación “España Constitucional”. Es cierto que entre ellos los hay muy válidos, que han servido fielmente a España, y los hay de dudoso curriculum y gran aprovechamiento en sus años en el gobierno. Propio, no colectivo. Lo que no puede negarse es que tienen algo en común: son nuestros más ilustres pensionistas.
Su mensaje, recogido en el manifiesto de Valencia, pone el acento en lo bueno de la democracia que, con todas sus arrugas, consiguió superar la fractura de un país y sentar las bases de la convivencia en paz. Hay una palabra que me gusta especialmente en el texto: diálogo. Dice el manifiesto: “la Fundación defenderá ante la sociedad española el valor de la reflexión conjunta, del diálogo y del acuerdo político” y no puedo por más que añorar la voluntad de consenso de otros tiempos.
Es normal que la vida política opte a veces por el pulso y no por el diálogo pero en momentos de especial relevancia, de crisis institucional y de cuestionamiento de lo básico, es importante poner por encima de todo la capacidad de hablar. Eso es el parlamento. El templo de la palabra.
Quedan muy lejos hoy los esfuerzos titánicos que hicieron algunos para conseguir que el debate sustituyera al garrotazo. Ahora estamos en un proceso regresivo preocupante, donde parece que todo se arregla con el puñetazo verbal cuando no físico. Ahora bien, pareceríamos ilusos si no viéramos que algunos de los que ayer quisieron reencarnarse en el buen talante han tenido que ver con la crispación que da origen a la guerra de guerrillas actual. No sé si esta Fundación servirá de dique de contención pero bien está que alguien recuerde lo mucho que podemos perder.