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María José Pou

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Una misa en Palacio

El equilibrio no va a ser fácil. Mientras el nuevo rey hace lo imposible por eliminar de su reinado la simbología religiosa, suprimiendo la misa el día de su proclamación y el crucifijo y los evangelios sobre los que jurar, la referencia religiosa sigue estando ahí. Lo está porque muchos ciudadanos se ven incluidos en ella pero también hay muchos otros que se sienten excluidos ante ella. Es un dilema al que se enfrentan los asesores del rey. ¿Cómo hacer guiños a los católicos sin molestar a quienes no lo son? La cuestión, sin embargo, es que la Casa del Rey debe diferenciar a los no católicos de los anticatólicos.

Los primeros aprecian que no haya habido misa ni Te Deum el pasado jueves pero no ven problema alguno a que los reyes actuales y los anteriores asistan a misa en Palacio ayer domingo, aunque la celebre Rouco y éste quede muy lejos del Tarancón de la misa de inicio de reinado de Juan Carlos I. Quizás a los católicos pueda inquietar que la condición religiosa del rey se deje para el ámbito privado pero su papel de aglutinador de todos los españoles le obliga a moderar la presencia pública de su fe, y, al mismo tiempo, no relegar por ello a los católicos mientras hace gestos públicos hacia otras religiones, como hemos visto en la agenda de algunos políticos.

Frente a esas cautelas que algunos pueden considerar excesivas, los anticatólicos esperan el mínimo gesto para desacreditar al monarca por creyente. Por ejemplo, criticando que acuda al Vaticano en su primer viaje como rey. Cuesta creer que esa preferencia se deba exclusivamente a que la Santa Sede ha dado fecha antes que otros, como dice la Casa Real. Ni en ésta ni en aquella las cosas se hacen con improvisación aleatoria sino más bien calculada, pero entiendo que es la forma de acallar algunas voces. Voces que, sin embargo, no han tardado en alzarse.

El riesgo de esa extremada prudencia es que a los católicos les pueda saber a poco la noticia, sin fotos, de una misa dominical, como si fuera clandestina, y a los anticlericales, tanta tibieza les aliente a exigir la supresión de toda identidad religiosa en el espacio público.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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