Cuando Julian Assange se refugió en la embajada ecuatoriana en Londres, el mundo entero se volcó con él. Hubo seguimiento, preocupación, presión y hasta un ilustre exjuez dispuesto a defenderlo y a representarlo en las puertas de la legación ante la prensa. La causa de Assange parecía la más heroica de la historia: hacer frente al poder.
Cuando Mariam Yahya Ibrahim pidió asilo a la embajada estadounidense en Jartum, solo algunos se preocuparon por saber de sus circunstancias. Si tenía algún interés que una mujer sudanesa buscara refugio en una embajada norteamericana, era porque su caso ya había sido mencionado en la prensa. Pero ni su reclamación ni su voz ni su vida han sido objeto de protestas con pancartas, guiones cinematográficos o interés por parte de grandes exjueces que presumen de defender al más necesitado. Mariam no es Assange, aunque su causa remueva los cimientos políticos y morales de muchos estados. O, al menos, debería hacerlo.
El crimen de Mariam es haberse casado con un cristiano siendo musulmana en un país musulmán y haberse convertido, pues, en cristiana.
Quizás su matrimonio no sea digno de interés pero sí podría serlo su capacidad de arriesgarse a morir por defender su opción personal, en definitiva, su libertad. Lo de Assange puede que hable de libertad frente a los hilos del poder. Pero lo de Mariam es un ejercicio concreto de esa libertad que se le niega.
Ella debía haber muerto hace ya tiempo. Le salvó el estar embarazada. Solo la presión internacional por la posibilidad de que la ejecutaran en esa situación frenó su muerte. De hecho, dio a luz en prisión y fue allí donde empezó a dar el pecho a su hija pensando que, en el momento en que terminara de alimentarla así, llegaría su final.
Assange cuestionaba al poder pero en relación a otros juegos de poder. No hubo nada en esos cables en los que se viera cómo Estados Unidos negocia con gobiernos como el de Jartum ahora, para salvar la vida de una mujer que hizo frente al poderoso con su vida. Assange se presentó como un cordero a punto de inmolarse. Mariam simplemente se casó. Cuestionó el poder sin cámaras ni fotos.