Cada vez que subo a un autobús de la EMT, me quito los auriculares que llevo conectados a la radio o al mp3. Por la calle, voy con ellos, y en el coche, escucho mi música preferida o el programa que más me gusta. En cambio en el autobús, prefiero dejar que me lleguen las conversaciones ajenas. No es cotilleo, es una forma de tocar realidad. Es cierto que muchas veces son tontunas, asuntos irrelevantes o discusiones sin ningún interés, pero conocer de qué y cómo habla la gente de las cosas triviales también es un modo de tomar el pulso a la vida.
Por eso, cuando voy en transporte público, pienso en los políticos y en la gran oportunidad que pierden de saber qué sucede fuera de sus despachos. Cuando uno pasa todo el día encerrado en un despacho con aire acondicionado, luz artificial y música ambiental –aunque sea la de teléfonos sonando y secretarios enumerando tareas y anunciando reuniones- vive en una burbuja. No sabe cuál es la temperatura ambiental, no distingue el día y la noche y no permite que le lleguen las preocupaciones sociales.
En el autobús se puede oír a una madre contarle a la amiga las penurias de la hija para encontrar trabajo; el enfado del hijo por haber vendido el chalet o la última trastada del nieto que va a comer a su casa para desahogar la economía familiar. Al mismo tiempo, se perciben las preocupaciones de unos estudiantes que buscan piso para el curso siguiente, no han podido entrar en la carrera que querían o empiezan a trabajar poniendo copas los fines de semana para pagarse los festivales de verano.
En todo eso pienso cuando me doy cuenta de que casi nunca me encuentro a un político valenciano en el autobús. Por eso, la foto de Fabra inaugurando el sistema de acceso al autobús a través del móvil me parece el ejemplo más completo de la hipocresía política. Si nunca pisan un autobús –y ya casi ni la calle- ¿a qué viene esa foto? Si nunca van en metro ni suben a la bici ¿por qué se prestan a esa ficción en el día sin coches? Sabemos que son verdaderas fotos falsas. Pero el problema no es la toma falsa, sino lo que ella representa de alejamiento de la realidad.