“He pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión”, así me enseñaron de pequeña a entonar el mea culpa. No puede decirse que la Iglesia no lo tuviera todo previsto. Según el “Yo, pecador”, que así se llama la oración, no solo se peca actuando sino diciendo, pensando y hasta dejando de hacer. De hecho, siempre he creído que mi purgatorio será por culpa de esto último, no por lo hecho sino por lo dejado para mañana.
Todo lo que envuelve nuestra vida si no está enfocado al bien, lo está al mal por acción o por omisión. Así puede resumirse el mensaje. Y no es nada despreciable. Al contrario. Es una lección de vida muy profunda pues exige de la persona el máximo esfuerzo por vivir en la virtud. Pecar, según eso, es todo lo que no sea buscar el bien, incluso remolonear pudiendo actuar.
Pecar no es solo robar; es pensar en ello. No es solo asesinar; es imaginar el crimen. No es solo yacer con la mujer del vecino; es recrearse en el deseo. Lo que viene a significar que el pecado se inicia desde el germen interior, no solo con su materialización externa.
Es cierto que en el Derecho las cosas son distintas y a eso se acoge la defensa de los neonazis que ayer empezaron a ser juzgados en Valencia. Alega que los acusados no han cometido ningún delito porque su acción es “de pensamiento”.
Suponiendo que sea verdad, el problema es que aquel que está convencido de algo, intenta desarrollarlo al máximo. Si una persona cree en la integración de la discapacidad, no podrá ver una discriminación y no hacer nada, sino que luchará por acabar con ellas. Quien defiende la lucha obrera, no puede estar de brazos cruzados ante una oleada de neoliberalismo sino que intentará frenarlo o, al menos, denunciarlo. Del mismo modo, es razonable pensar que quien cree que el exterminio de un grupo humano está justificado, no se conformará con una entelequia o un desarrollo intelectual del planteamiento. Trabajará por ello o, llegado el caso, lo justificará. El desprecio de otro ser humano no empieza en la cámara de gas. Ese es el final. Comienza en la convicción de que es inferior. Y hay que erradicarlo desde ahí.