“¡Malditos yihadistas asesinos!”. Así se despachaba en Twitter el alcalde de El Coronil, Jerónimo Guerrero, junto a una fotografía en blanco y negro en la que se veía a dos guardias civiles fusilando a varias personas en la tapia de un cementerio. El autor de semejante anacronismo tuvo la mala sombra, además, de publicarlo el día en el que tres miembros de la Benemérita morían en el rescate de un montañero. Inmediatamente se produjeron reacciones y el alcalde, poco después, tuvo que aclarar que él utilizaba el apelativo y la maldición para referirse a otras épocas, en concreto, a la dictadura de Franco. Lo curioso es que parecía una declaración sobrante. No en la medida en que diferenciaba a los guardias de hoy y a los de entonces –sobre todo a quienes les mandaban- pero sí en todo lo demás.
¿Era necesario situar en el tiempo la foto en blanco y negro de un fusilamiento en una tapia? Ninguna de las respuestas que se produjeron de forma inmediata, tanto para condenarle como para aplaudirle, necesitaron contextualización.
Dieron por hecho que un guardia civil fusilando representa a la dictadura y la víctima, a un disidente político. No sabemos si era así o no. Ni siquiera podemos decir que los que llevan uniforme en la imagen son guardias civiles y no unos impostores. Sin embargo, lo son. No quiero decir que no se hayan producido esos fusilamientos con total impunidad. El problema es que esa imagen en concreto no es real como ya denunciaba el fotógrafo Pep Masip en su blog cuando empezó a circular la foto como si fuera histórica. Es un fotograma de una película titulada “Flores tristes”, de Teo Manuel Abad cuyos datos pueden encontrarse en Internet. Pero nadie se molestó en contrastarlo. Porque era creíble. Y porque, ya puestos, no tenía relevancia la verdad, solo el mensaje.