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María José Pou

iPou 3.0

Una nueva Europa

Resulta difícil cuando se cruzan las emociones en el camino. Por eso en España nos cuesta mucho hablar de pulsiones nacionalistas, como sucede con presencias terroristas, con enfrentamientos entre hermanos o con herencias de la dictadura. No analizamos los hechos fríamente y a distancia sino que se mezclan en nuestra mente con escenas, frases, e incluso discusiones familiares que condicionan necesariamente la mirada. En Valencia, mucho más. No es fácil plantear con desapasionamiento la independencia de un territorio cuando el más próximo es uno que reivindica nuestra propia tierra como suya. Sin embargo, deberíamos hacer el esfuerzo de evaluar la realidad dejando a un lado cómo nos afecta emocionalmente o, al menos, abordándola así en un segundo paso. Podemos empeñarnos en reducir todo el proceso de independencia en Escocia o en Cataluña a malas artes, a discursos viciados, a estrategias electorales desmedidas o a manipulaciones interesadas. De todo eso hay. Sin embargo, es necesario intentar mirarlo con perspectiva histórica. Como si fuera una serie de hechos que conociéramos por un libro de historia, sin haberlo vivido de cerca.

Tal vez dentro de unos años, las siguientes generaciones estudien lo que hoy ocupa las primeras páginas de toda la prensa. Lo harán como nosotros cuando llegábamos en la escuela a la Gran Guerra, a los años 30 o a la Guerra Fría. Les dirán que, aunque latente durante décadas, el despertar del independentismo en Europa tuvo en la crisis económica la espita que lo hizo estallar. Hablarán tal vez de las tensiones en los países sometidos a esos fenómenos como Reino Unido, España, Italia o Francia y cómo el resultado hacía saltar en pedazos la unidad que tanto había costado conseguir en el Continente tras un siglo de disputas, guerras y conflictos territoriales. Para entonces es posible que la Unión Europea ya no exista o quede un residuo apenas efectivo en un territorio tan dividido. E incluso cabe la posibilidad de que los “hermanos separados” hayan constituido otra organización para contrarrestar el peso de los grandes Estados. En resumen, sea cual sea el resultado en Escocia o lo que ocurra con Cataluña, la tensión nacionalista no va a rebajarse. Así pues hay que asumir que la situación dentro de unos años posiblemente sea distinta a la que conocemos. Hemos de hacer el esfuerzo de verlo en perspectiva, no con la miopía propia de quien está al pie del cañón. Es normal que un gobierno lo trate con esa proximidad. Es su responsabilidad que, ocurra lo que ocurra, no sea traumático ni violento ni empobrecedor. Es difícil que así sea, pero la mirada de la historia baja la tensión cuando se nos acelera el corazón ante lo que puede pasar. Estamos asistiendo a un cambio de época y se necesita la cabeza fría para que sirva de algo lo aprendido en otros momentos de la historia.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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