Fue el propio Gallardón quien se denominó a sí mismo “verso suelto” en el PP. Entonces lo decía jugando en el filo de la progresía. Era lo más “avanzado” dentro de un partido de centroderecha y a él le encantaba hacer el papel de “enfant terrible”. Coqueteaba con la izquierda como si ésta fuera a fiarse de él alguna vez y mucho antes de que Sánchez saliera en TV, lo hacía él en tono simpático y juguetón, como la gran joven promesa de la derecha moderada española. Lo hizo de tal modo que ni la diestra ni la siniestra terminaron de confiar. Tal vez porque en esto de la política lo que importa es la fidelidad al líder, a la línea institucional y al silencio necesario ante los cambios estratégicos del partido. Así, Rajoy sacó a Gallardón de Madrid donde bastantes quebraderos de cabeza le había dado con su relación con Aguirre, y lo nombró ministro de Justicia sin calcular el daño que un verso demasiado suelto podía hacer en un área tan sensible. Y el que todos creían progre se comportó como, por otra parte, siempre había hecho pero lo que hasta entonces resultaba pintoresco, ahora parecía errático. Ya no era un progre provocando a un padre del Antiguo Régimen sino un autónomo recreando el mundo. O sea, un fabricante de charcos, el peor enemigo de un político en el gobierno.
Por eso no deja de ser curioso que su salida se haya producido por ejercer ese papel de pieza de otro puzzle pero defendiendo posturas consideradas impropias de un progre. El PP -como suele- no ha querido ser tachado de radical en relación al aborto y ha obviado sus propias promesas tal y como le recordaron los Provida hace apenas unos días. Y Gallardón, en ese contexto, ha resultado mucho más que un verso suelto. Verso sin rima son Esperanza Aguirre, como ella asumió hace años, o Mayor Oreja, desde que decidió apartarse de la actual dirección del partido. Gallardón es otra cosa: es un haiku. Los haiku son micropoemas japoneses de apenas dos o tres versos. No tienen rima y sus versos ni siquiera tienen el mismo número de sílabas. O sea, son impredecibles. Como Gallardón, el primer haiku del otoño. Lo llamativo es que quien se inició tonteando con la progresía, vaya a pasar a la historia como el mártir del movimiento Provida, el que cayó por defender una España sin aborto libre. Razón no le falta pero estrategia política, sí. Que algunos desde fuera supiéramos, antes de empezar la legislatura, que Rajoy no iba a mover una coma del aborto y uno de los suyos no lo viera venir, es raro. Tanto que su actuación solo puede interpretarse como un pulso al propio Rajoy. Ahí es donde demuestra su error como político. Al final, ha terminado creándole una fuga de votos al PP. Triste herencia la de quien no ha sido capaz de crear nada más que expectativas. La suya, sin ir más lejos. Gallardón es una finiquitada joven promesa que no pasó de ahí.