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María José Pou

iPou 3.0

Culpables

Como en todas las crisis políticas, y más en tiempos de redes sociales, hay una explosión de demagogia en torno al ébola de lo más interesante. No me refiero sobre la enfermedad, que exige el máximo respeto y exquisita prudencia, sino en la gestión política e informativa en torno al contagio producido en España.

Desde que se anunció la repatriación del primer misionero enfermo, se alzaron voces reclamando que no se hiciera. Es más, se puso el acento en un aspecto ruin y mezquino: el dinero. De pronto, el debate giró en torno a quién iba a cargar con los gastos y más de un tertuliano sacó toda su artillería anticlerical para censurar que el gobierno de un país laico no exigiera a la orden de San Juan de Dios el pago de los costes que tuviera la repatriación. Como si los ciudadanos fuéramos de distintas clases según la pertenencia o no a colectivos religiosos. Un debate a veces furibundo que no tuvo su equivalente cuando se pagó rescate por algún cooperante y se le trajo de vuelta a España. Llegamos a escuchar que al fin y al cabo los misioneros deciden irse a África y dar su vida por los negritos así que ¿cómo tenían la osadía de no morirse allí? Era todo tan sangrante que imagino a quienes se dedican a esas santas tareas ofreciéndolo como parte de su martirio.

Lo curioso del caso es que esos mismos que durante días se quejaron de que vinieran los misioneros, ahora se llenan la boca alegando que la enfermera contagiada de ébola ha puesto en riesgo su vida por los demás y así se lo pagan. Lo que subyace es la crítica al gobierno, evidentemente, sea por hache o por be. Pero lo llamativo, a mi modo de ver, es el uso del argumento. Lo que tienen en común los dos misioneros y la enfermera es su vocación de servicio a los demás. Lo que les distingue, tal vez, es la razón de la que nace esa capacidad de sacrificio y entrega. Para unos la fe y quizás para otros la generosidad humana. La cuestión es que aquellos que culpaban a los misioneros y al gobierno de habernos puesto en peligro, critican que se culpe a la enfermera de lo mismo. Es cierto, tal vez las decisiones políticas son inadecuadas, pero culpar a los misioneros o la enfermera es inhumano, aunque hayan cometido fallos, y más cuando su vida, en el caso de Teresa, está tan comprometida. Decir, como se dice estos días, que lo que hoy sucede en España es por los misioneros, que debían haber muerto en África, tiene un poso de culpabilización tan triste como el reproche a la enfermera por su propio contagio, aunque se produjera por una mala praxis. El problema es que lanzada la demagogia, es imparable. Y más en vísperas electorales. El PP está ante un nuevo “No a la guerra”. Aunque tanto entonces como ahora haya víctimas por medio. A algunos no parece preocuparles. Ni siquiera a unas autoridades más inquietas por su exposición pública que por ellas.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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