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María José Pou

iPou 3.0

El querido líder

Dicen que Rajoy las mata callando. O tal vez, como hacen algunos depredadores, mimetizándose con el entorno y haciendo creer que no está allí, que no es una amenaza para ese sujeto, que puede caminar tranquilo y buscar su alimento, porque no hay enemigos a la vista. Hasta que ya es demasiado tarde.

Cuenta José María Aznar en sus memorias que fue un viernes, tras el Consejo de Ministros, cuando llamó a Rajoy a su despacho para comunicarle que él era el elegido. Tras mucho pensar y más especularse en la prensa acerca de la sucesión del líder popular, éste tomó su decisión por el “interés de España”, afirma, y escogió al actual presidente del PP entre la tríada de aspirantes que había quedado al final. Ésta estaba compuesta por Mariano Rajoy, Rodrigo Rato y Jaime Mayor Oreja. Es cierto que se había hablado de otros como Javier Arenas, Zaplana o Acebes pero los que más posibilidades tenían eran esos tres. Así, pues, al día siguiente de decírselo al interesado, -continúa Aznar en sus memorias- citó en la Moncloa a los candidatos y les expuso cuál era su decisión. Releyendo ahora sus palabras, el perfil de Rajoy y sus modos políticos no pueden ser más claros. En aquella reunión estaban Mariano, Rodrigo y Jaime. Hoy, activo en el PP, solo queda él. Jaime Mayor renunció a Europa y se apartó y Rodrigo Rato acaba de alejarse del PP, aunque use la fórmula de “suspensión temporal”. Tan temporal como la “suspensión temporal de convivencia” de Elena de Borbón y Marichalar. En España todo lo provisional acaba eternizándose.

Por tanto, Rajoy ya lo ha conseguido. Sin levantar un teléfono ni dar una orden, ha logrado que sus rivales directos en la sucesión del Gran Líder, Mayor Oreja y Rato, hayan desaparecido de la escena y ambos lo hayan hecho, aparentemente, motu proprio. Ya no tiene testigos molestos de su costosa elección por parte de Aznar salvo él, el presidente honorario, que conoce más que nadie la debilidad del liderazgo de Mariano cuando llegó a la presidencia del PP por la gracia de Dios. Decían que esos modos de fulminar a quienes se habían enfrentado al ganador de unas “primarias” eran propios de Zapatero quien mandó lejos a Bono, vio irse a Rosa Díez y diluirse a Matilde Fernández. Pero Rajoy no le va a la zaga. Él también ha ido apartando a sus rivales directos aprovechando, además, circunstancias externas que avalaban su comportamiento y dejaban en mal lugar al oponente. No dijo nunca nada malo de ellos, pero tampoco salió a defenderlos cuando los nubarrones oscurecían su paisaje. Ciertamente no son equiparables el caso de Mayor Oreja y el de Rato pero la realidad es que ninguno de ellos continúa. Como en un concurso basado en el “solo puede quedar uno”, Rajoy ha ido laminando a sus enemigos internos. Solo queda él. Para que luego digan que no tenía dotes de líder. Las tiene. De Querido Líder.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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