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María José Pou

iPou 3.0

El beso de Jesusa

Desde hace más de un mes esperaba la imagen, la foto de Jesusa abrazando a su hija Teresa. Después de darla por muerta por culpa del ébola, de saber de ella con cuentagotas y de vivir con el alma en vilo, por fin vuelve a tenerla, a besarla y a saberla “resucitada” de una muerte segura. La felicidad de esa madre solo puede compararse a la de la hija recibiendo sus mimos como cuando era una cría. Porque los mimos de una madre nunca sobran, por muchos años que se tengan y por muy duro que la vida le haga a uno.

Imagino a Jesusa preparando el caldo gallego para su Teresiña, haciendo las empanadas y encargando el mejor pescado del mercado. La imagino cada noche poniendo velas al Apóstol, al que daba las gracias Teresa en la rueda de prensa del Carlos III. La puedo ver prometiéndole una visita y un óbolo si su niña salía de esta. Como también imagino las noches de pesadilla en las que habrá vivido Teresa, notándose morir y conociendo mejor que nadie el proceso habitual de la enfermedad. Ella asistió a los misioneros y supo de los estragos del virus que terminó con ellos. Por eso me parecen terribles esas noches oscuras en las que luchó contra el ébola y solo contaba con su fe y el apoyo constante de unos compañeros que no la dejaron aun sabiendo que ellos se arriesgaban a lo mismo. Solo ella sabe lo que habrá pasado, los miedos que aún tendrá y las pesadillas que la acompañarán cada vez que cierre los ojos. Nada que ver con la mezquindad de quienes quisieron desentenderse políticamente del asunto culpándola primero, matando a su perro después y queriendo ahora apuntarse el tanto. Frente a ellos, personal sanitario abnegado, sin protagonismo ni merecidos reconocimientos pero con la felicidad de haber logrado dar vida, el mejor premio para médicos y enfermeros.

A mí me interesa lo que no es portada. Precisamente porque no lo es. A tenor de lo visto estos días, podemos concluir que es más noticia la muerte que la resurrección. Aunque tengamos muy pocos casos de personas “resucitadas”. La de antes, pero sobre todo la que empieza ahora es una historia particular, tal y como Teresa y Javier quieren que continúe siendo. Y ojalá sea así y no altere su vida el impacto de la comunicación-espectáculo. Es la vida de una profesional que, unida a otros, sacan lo mejor de sí mismos y del propio sistema para cumplir una función social. Eso es lo que mueve España y lo que merece la pena contar, aunque las portadas nos hablen de líderes, imputados, famosos y corifeos. Las historias particulares no suelen ser noticia. Sus gracias a Dios y al Apóstol, su recuerdo de los manantiales de Lugo o su convicción de que los milagros existen no llenan titulares. Sin embargo, llenan el alma de quien los lee. Como ver a su madre dándole uno y mil besos. Incluso cuando las cámaras se apagan. Sobre todo, cuando las cámaras se apagan.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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