Hay un detalle en el guion de la serie “Isabel”, de TVE, que resulta especialmente humano y tal vez cierto, aunque sea ficción. Es sobre la figura de la Reina Católica. Aunque a la actriz le falta fuste para dar imagen de una majestad imponente, capaz de mandar sobre Castilla y el resto del universo, el perfil que le han escrito procura ponerlo de manifiesto, al menos, en las cosas de gobierno. Siempre que la reina ha de enfrentarse a los problemas de Castilla los asume con la responsabilidad de quien antepone sus intereses a los del reino. Desde ese punto de vista, su relación con los hijos está más cuajada que la amorosa con el rey. Concesiones de la trama televisiva. Es ahí donde se ve el corazón, no ya “partío” sino desgarrado, de una madre reina. En alguna ocasión, sobre todo en las negociaciones para lograr los acuerdos matrimoniales con fines políticos, le pide a Fernando el Católico que le deje ser madre en lo privado y reina en lo público, sabedora de que esos pactos la separan de sus hijos y a ellos les imponen un cónyuge de por vida.
Cuando lo veo no puedo dejar de acordarme de la reina Sofía y el desgarro interno que en días como el de ayer estará viviendo. Para ella, Don Felipe siempre fue el niño de sus ojos. Como lo es para el 99% de las madres que tienen varias niñas y un niño. Por eso, verse entre la obligación de estar con el rey, como reina no reinante, y de apoyar a su hija imputada en un caso judicial, como madre, debe de ser un trago muy amargo.
Si algo ha manifestado durante estas décadas la reina Sofía es su capacidad de sacrificio por la Corona, aguantando carros y carretas, desde un exilio hasta especulaciones abiertamente humillantes sobre su matrimonio. Sin embargo, nunca la hemos visto flaquear o ignorar su papel institucional. Eso incluye su percepción de lo justo e injusto y de lo aceptable en la vida de sus hijos. Una madre no excluye ni al mayor sinvergüenza. Para ella, es su hijo y solo por eso es capaz de perdonar cualquier desaguisado. Supongo que eso hace tan fácil la visita a Ginebra de la reina Sofía e impensable la misma escena protagonizada por el rey Juan Carlos I. En ese sentir se ha visto estos días a la reina en casa de su hija Cristina, en vísperas de conocer la decisión de la Audiencia de Palma sobre la imputación en el caso Nóos. Frente a ese calor de hogar y compañía familiar, el rey Felipe VI se mantiene en su sitio, en su posición oficial de respeto a la Justicia y de cierta lejanía respecto a los cuñados díscolos. Así, no tiene que estar siendo nada fácil para una reina devota de su niño Felipe verles en posiciones tan separadas para proteger a la institución. Se acompañe o no de sentimiento acorde con esa distancia, es dura la situación de Doña Sofía. Tanto que, por unas horas, no le ha importado dar más peso a la madre que a la reina.