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María José Pou

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Las cuentas del dinosaurio

La resistencia de los políticos a hacer públicos los usos de dinero público es la demostración más evidente de que estamos ante un cambio de ciclo. En momentos como estos, lo normal es que nada resulte fácil ni sencillo. Perder una inmunidad social más que legal es incómodo y molesto. Ser fiscalizado y que esa información pueda servir para el ataque político o personal es algo que no quiere soportar ningún personaje acostumbrado a vivir blindado. Es cierto que el riesgo del abuso está siempre presente. Y hablar de abuso es mirar hacia los dos lados, esto es, el exceso de gasto superfluo o interesado y ajeno a la actividad para la que ese dinero está previsto por parte del político, pero también al uso aprovechado de una información para tergiversarla, exprimirla y emplearla como arma arrojadiza por parte de sus oponentes dentro y fuera de partido, la prensa o cualesquiera enemigos que tenga. En principio damos por hecho que si uno no quiere ser retratado, no debe asomar la nariz, es decir, si no queremos que salgan en un listado nuestros viajes a Canarias o a Honolulu para ver a una novia, es tan fácil como no usar dinero público para ello. Sin embargo, tampoco somos recién llegados a esto y todos hemos visto retorcer un dato cierto, en origen, hasta ofrecer una imagen incierta de una realidad, al final. Así se entiende la suspicacia.

No es suficiente con que los partidos digan que van a controlar que el gasto sea para actividades de su cargo o de su vinculación al grupo político. Si algo hemos constatado en estos últimos años no es tanto que la naturaleza humana es débil y corruptible –eso lo sabemos desde tiempos de los faraones- sino que los controles institucionales que mitigan esa condición pecadora han fallado estrepitosamente. Tal vez porque sus responsables también se corrompen o sencillamente porque no ha habido suficiente interés en reforzarlos y demasiada exigencia ciudadana, en pedir cuentas de ello. Que justifiquen la opacidad diciendo que no es un “cole” es tomarnos por tontos. No es un “cole”, desde luego. Es nuestro dinero el que está en juego. Si Montoro fiscaliza todo gasto utilizado para desgravar alegando que Hacienda somos todos, ¿qué hay de malo en fiscalizar los de sus señorías cuyo sueldo pagamos todos? Ese tipo de comportamientos del “Antiguo Régimen” son la clave del éxito de nuevos líderes que se lo propongan. Presentarse con absoluta transparencia puede ser una distinción esencial en próximas convocatorias. Y, como eso, todo lo demás. Renovarse es cambiar hábitos aparentemente inmutables y eso es lo que está pidiendo a gritos la nueva sociedad civil, aunque los dinosaurios sigan mirando al cielo y pensando que la bola de fuego que se acerca no les quemará. Para cuando quieran reaccionar, el mundo será distinto y ellos probablemente ni siquiera estarán para contarlo.

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Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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