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María José Pou

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De reinas y otras épocas

Fabiola será probablemente una completa desconocida para los adolescentes de hoy. Como mucho, les sonará a una reina de otro tiempo, lejana y retirada del mundo. Sin embargo, para quienes teníamos su edad hace tres o cuatro décadas, la reina Fabiola era todo un símbolo del que hablaban nuestras madres y tías. Era sinónimo de elegancia y signo de amor perpetuo, católico y como Dios manda. Era el gran icono de la España en blanco y negro. Nuestra Marilyn pero decente y de recta observancia. Su boda, sus trajes y sus visitas reales eran motivo de comentario en los salones del Reina Victoria que ahora se cierra. Allí celebré yo mi Primera Comunión al poco de morirse Franco pero en un entorno todavía deslumbrado por la exquisitez de las revistas que hablaban de realezas y grandes de España. Eran tiempos de resaca de una dictadura que había presentado la vida de sociedad como una gran moraleja para los jóvenes. Nada que ver con los ejemplos de los realities o de las Miley, Justin o viceversa. Quizás por eso llega el momento de pasar página también en espacios urbanos de rancio abolengo y dilatada trayectoria en nuestra ciudad.

Siempre que cierra un comercio centenario se quiebra un poco el corazón de quienes lo conocimos, lo apreciamos e incluso podíamos seguir acudiendo a él sin sentirnos por eso anticuados. Tienen un poso y quizás hasta un “karma” especial. Allí donde nosotros compramos un poco de jamón, un sombrero o cuarta y media de mantecados, también lo hicieron durante décadas nuestros ancestros, los mismos que circularon con los primeros coches por la ahora caótica Valencia, o que vieron nacer las grandes avenidas que hoy nos parecen inherentes a la ciudad.

Saber que ese cierre responde a una nueva generación que no quiere seguir el negocio familiar, a deudas imposibles de asumir o a la pérdida de fuelle del sector, resulta triste pero inevitable. Sin embargo, es más duro enfrentarse a la pérdida de una cierta sensibilidad por la calidad frente a nuevos precios. Eso sucedió con los hornos tradicionales que vieron cómo franquicias de masas congeladas les comían el terreno y sin embargo ahora son sustituidas por una vuelta, renovada, al pan artesanal. Algunos cierres, como el de la horchatería El Siglo, no son solo pérdidas de negocios con historia sino de decorados que recuerdan a otro tiempo y que nos invitan a recrearlo sin grandes despliegues técnicos. A eso nos remontan los salones del Reina Victoria. A una época, a una especie de viaje en el tiempo y en la propia evolución de la sociedad sin salir de Valencia. Terminaremos por acostumbrarnos y daremos por bueno que su lugar lo ocupe una tienda de moda adolescente. E incluso, dentro de nada, haremos como nuestros abuelos cuando nos daban indicaciones que no reconocíamos: “¿dónde habéis quedado, en Casa Gay? ¡Eso ya no existe, abuelo!”.

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Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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