>

Blogs

María José Pou

iPou 3.0

El saloncito de Palacio

Pocos discursos resistirían el análisis al microscopio que hacemos todos los días de Navidad. Es más, ningún correo, conversación o exposición pública de uno de nosotros saldría indemne ante tamaña disección. Por eso no es de extrañar que todo esté tan medido y calculado en una noche especial para la Corona como Nochebuena. Curiosamente, 13 minutos tienen un enorme trabajo detrás aunque estemos más que acostumbrados a que nuestros políticos hablen sin cesar y sin preparar ni el contenido ni sus consecuencias. Y no solo los políticos. A diario asistimos a espectáculos nada edificantes en televisión donde personajes de toda calaña hablan sin pensar, sin saber y sin nada que decir. Sin embargo, exigimos del rey algo natural pero totalmente artificial: que hable mejor que el mejor de sus súbditos.

Seguramente es ese artificio que rodea el discurso del rey lo que resulta ya anacrónico aunque tenga una función que cumplir. Es el único día en el que el Monarca se dirige a los ciudadanos y da las claves de lo que ha de ser, a su juicio, la prioridad en la vida pública. Esa es la razón por la que no puede pedírsele que hable de todo. Sin embargo, el debate entre las cuestiones de inmediata actualidad y los grandes principios siempre plantea dudas. ¿Debe referirse a lo que preocupa en esos meses o dar directrices de fondo que sirvan para algo más? Ni lo uno ni lo otro. Hablar de la actualidad puede convertir su intervención en un monólogo de tertuliano habitual. Dar solo grandes principios tiene el riesgo de ofrecer una imagen de “sermón” impropia de la monarquía posmoderna.

En su caso, el primer mensaje de Navidad de Felipe VI tocó hábilmente al principio los tres temas más urgentes –las tres ces: corrupción, crisis y Cataluña- para mostrar que encara de frente los problemas. El medido silencio sobre el caso Nóos era previsible. Se nos había filtrado ya. Mencionar sin hacer explícito, aunque quizás los ciudadanos a estas alturas hubiéramos aplaudido una referencia más concreta. En todo ello, sin embargo, encuentro una cantidad de lugares comunes y una vacuidad cansina que debería solucionar pronto la Casa del Rey. Algún golpe de efecto o un estilo directo que vaya más allá del tuteo al ciudadano o del “buenas noches” en el saloncito de casa. No esperamos que nos hable desde la mesa camilla. No desde un palacio. Es otra cosa lo que se necesita. No proximidad falsa en las formas sino conocimiento e implicación personal en las urgencias. Las colas de los bancos de alimentos, los desahucios o los niños que comen caliente gracias a los colegios. Esa es la proximidad que esperamos, no el retrato de una pareja que se quiere. Ninguna se hace un “selfie” en los sillones de cuero de un avión de las Fuerzas Armadas. Es el primero discurso. No está mal. Pero en el segundo, posiblemente, seremos más exigentes.

Temas

Rey

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


diciembre 2014
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
293031