Digan lo que digan los expertos o el mismísimo Rajoy, con la crisis va a pasar como con las dietas. Da igual que la báscula marque esto o lo otro; cuando el pantalón aprieta o, por el contrario, se nos cae, sabemos de verdad si hemos subido o bajado de peso. Es una cuestión sicológica más que real. Si la báscula dice que hemos disminuido 500 gramos pero el botón del pantalón nos ahoga, poco importa la exactitud del peso. Nos hundimos en la miseria y todo esfuerzo nos parece vano. En cambio, cuando tenemos que ceñirnos el cinturón un agujero más, no damos crédito a los dos kilos de los que nos acusa la báscula ni a ningún agorero que nos vea una renovada cara de bollo suizo. Nosotros “sabemos” que no es verdad eso que dicen de que nos hemos “hermoseado”. No es un sistema infalible, ni mucho menos, pero tiene una virtud esencial: es motivador.
Con la economía pasa algo similar. Por mucho que las cifras macroeconómicas anuncien el principio del fin, como ayer recordó el presidente del gobierno, es nuestro bolsillo el que nos indica si mejora o no la situación. Ahora, en estos días de Navidad, nadie nos puede decir si el año que termina es el de la recuperación, el despegue o al lanzamiento de martillo desde el Micalet, que si nos descuidamos se impondrá como tendencia. Lo diremos si nos ahogamos menos que el año pasado cuando vamos de tienda en tienda; ya no evitamos mirar escaparates o se nos ha olvidado que se nos encogía el corazón cada vez que presentábamos la tarjeta en la caja. Si, por el contrario, tenemos incluso cierto gusanillo en el estómago por buscar regalos concretos y no aquellos que se ajusten al irrisorio presupuesto previo, apenas recordaremos noticias funestas sobre imposibles subidas de salario. Sabemos que las cosas, al menos para nosotros, van mejor.
Por eso más que las palabras de Rajoy, ayer nos animaban los datos del Banco de España según los cuales los valencianos hemos reactivado el consumo gracias, entre otras cosas, a la disminución de la deuda con los bancos. Ese consumo también depende de lo sicológico. Como con las dietas, conseguir un logro, por pequeño que sea, es más efectivo que cualquier otra cosa. Nos da la seguridad de estar realizando un esfuerzo que merece la pena y nos impulsa a continuar. También con las compras necesitamos tomar conciencia de que su incremento se debe a que tenemos más dinero disponible sin lastrar nuestro futuro, y no a un espejismo del que no sabemos cuál es el final. Si eso coincide con los análisis del gobierno, mejor. Si no, no va a cambiar nuestra percepción de las cosas. Nos fiamos más de lo que vemos y sentimos en carne propia. Lo peor es que eso es válido tanto si la percepción es buena como si es mala. El pantalón no engaña. Tampoco nuestra cartera. Digan lo que digan las magnitudes macroeconómicas que maneja Mariano Rajoy.