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María José Pou

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Justicia ciega pero coqueta

Cuando dicen que la Justicia es ciega, la mirada se dirige hacia la gran dama con los ojos vendados y una balanza en su mano izquierda. Intuyo que no necesita ver la propia balanza para saber que está equilibrada. Imagino que, al tacto, podrá confirmarlo. De todos modos, la imagen de la Justicia ausente de las posiciones partidistas no ha encontrado su equivalente para quien la observa. Sabemos que la diosa no ve pues para eso tapa sus ojos, pero quizás hemos de preguntarnos qué debe mostrar, es decir, qué es legítimo que deje ver de sí misma. En la clásica representación mencionada, la diosa ofrece una estampa tradicional, con túnica griega cuyos pliegues evitan cualquier insinuación de sus bellos atributos. Sin embargo, hay ocasiones en las que mostrar el interior es mucho más perturbador y hasta indecente que hacer lo propio con el cuerpo y un físico espectacular.

Esa es la sensación que tengo cuando veo a jueces o fiscales hablar con los medios de comunicación más allá del límite de la cortesía. No quiero ni pensar en imaginarlos ignorando a los periodistas como hacen algunos famosos en la T-4. No se trata de ser maleducado ni de callar hasta el “buenos días” que a nadie ofende. Eso incluye comentar algún paso en el procedimiento en marcha o alguna novedad que no vulnere la sacrosanta privacidad de un proceso judicial. La cuestión es si resulta adecuado que un fiscal como Horrach conceda una entrevista a la televisión para explicar que no hay nada contra la Infanta Cristina en el caso Nóos. ¿Tendremos ahora la réplica del juez Castro? Ya no hablo del posado navideño y mi oculto temor de que Horrach salga este verano en bañador acompañando a Ana Obregón. Ha abierto una puerta desconocida hasta ahora.

Es evidente que esos coqueteos con la fama mediática, si no afectan a su actividad profesional, no suponen nada malo salvo una demostración de vanidad inflamada. Sin embargo, no parecen oportunos. Los norteamericanos suelen usar para eso una palabra muy pertinente: inapropiado. Puede que no esté mal una relación amorosa entre jefe y empleado pero resulta “inapropiado”. No es ilegal ni inmoral siquiera que un profesor o profesora salga con un estudiante universitario pero es a todas luces “inapropiado”. Es decir, son actuaciones que no pueden censurarse por sí mismas cuando tienen lugar entre adultos, pero que deberían hacer reflexionar a quien las lleva a cabo porque tampoco son ejemplarizantes. Eso sucede con jueces o fiscales cuando se muestran tan imprudentes como Horrach. Lo mejor es desconocer el nombre de quienes imparten Justicia o colaboran por conseguirlo. Sobre todo, porque, de ese modo, se convierten ellos en protagonistas cuando solo son servidores. Ella, la diosa, es la que debería ser siempre el centro de atención, no los sacerdotes que alimentan el fuego en su templo sagrado.

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justicia

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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