Escoger el domingo como jornada clave para una gran manifestación en París es el mejor símbolo del laicismo, del lugar en el que queda la fe cristiana y del camino por recorrer del islam. El domingo es el día sagrado de los cristianos lo que, en principio, supondría un factor incompatible con una actividad cívica. Eso sucedería si se tratara del sábado o del viernes, sagrados para judíos y musulmanes respectivamente. Es cierto que se escoge el domingo por dejar un poco de margen respecto a la resolución de los secuestros de ayer pero, sobre todo, porque es el día con el que se finaliza nuestra semana. Es nuestro día de descanso, lo que permite acudir con más facilidad a una convocatoria.
Sin embargo, es también un día desacralizado. Es uno de los efectos de la evolución que ha tenido la presencia de lo religioso en nuestro contexto. Si es el día de descanso lo es por tradición cristiana pues el domingo es el día del Señor (del Dominus), pero la disminución de la vivencia religiosa ha convertido ese tiempo en ocioso, no necesariamente en espiritual. Si en Francia se puede convocar una manifestación en domingo –como en los países de su entorno- es porque nadie va a reclamar que sea un día intocable. No puede decirse lo mismo de otros entornos ni de otras jornadas religiosas.
Se espera, pues, que toda Francia acompañe a esa concentración en recuerdo de los asesinados estos días y en defensa de la vida y de la libertad. Europa entera estará presente a juzgar por los dirigentes que ya han confirmado su presencia invitados por Hollande. Merkel, Cameron, Renzi y Rajoy, sin ir más lejos. Su presencia encabezando la manifestación es un modo de mostrar la unidad de Europa. Sin embargo, hay algo que no termina de encajar en ello.
Entiendo que es necesario demostrar a los yihadistas que no van a doblegar a Occidente por mucho castigo que impongan y mucha amenaza que nos atribule. No son cruzados, por mucho que se les presente así en el mundo islámico. No buscan defender su poder sino nuestra forma de vida. Si para eso hay que recrear una Cruzada sin humillación, sin crueldad y sin ocultar los intereses reales bajo una pátina religiosa, habrá que hacerlo. No es defenderse “del turco” pero sí de un peligro que tenemos a las puertas y nos puede destruir desde dentro. Por eso encuentro extraña la presencia de los mandatarios europeos en la manifestación. La concentración es la forma de expresarse de la ciudadanía pero ellos tienen otros modos de hacerlo. Y, sobre todo, tienen en su mano la capacidad de tomar medidas para luchar contra la barbarie. No es en la calle donde necesitamos verlos sino en los despachos. Una Europa unida ¡por una vez! en política internacional. Eso es lo que esperamos de ellos. No que se cojan de las manos sino que tomen decisiones al unísono. Como si de verdad fuéramos un solo continente.