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María José Pou

iPou 3.0

El espíritu de París

Dudo que a ISIS le interese saber si eran un millón o dos millones los que ayer se manifestaron en París. Sobre todo, porque, a diferencia de quienes encabezaban la manifestación y buscaban la foto, el ejército islámico no depende de los votos para ejercer el poder. Lo impone por la fuerza. Así pues la convocatoria no buscaba enviar un mensaje a los salvajes asesinos que lo mismo matan a hombres desarmados que envían niñas a jugar a los kamikazes. Nenazas valientes de Alá.

La demostración de fuerza tenía un objetivo “selfi”, para consumo propio. Se trataba de decirnos a nosotros mismos que somos más quienes defendemos la vida, la paz y la libertad que quienes procuran la oscuridad, el miedo y el silencio con violencia. Era la forma de reafirmar los valores europeos, decía Rajoy, y no le faltaba razón. Enmarcar los valores en un territorio, viviendo en un mundo globalizado, puede resultar inconveniente pero se refiere a las bases de la civilización occidental, cuna de la democracia y del pensamiento ilustrado. En ellos no solo está presente el sustrato judeocristiano de nuestra historia sino también un islam de convivencia y crecimiento intelectual como el que conoció Al-Andalus. Es curioso cómo se empeñan los cerriles del kalashnikov en reclamar Al-Andalus cuando en el fondo lo rechazan. Ellos, si pudieran, pasarían a cuchillo al mismísimo Abderramán III, impulsor de universidades, escuelas de medicina y centros de traducción al hebreo.

Por eso no resulta tan ajena la conjunción de sensibilidades e intereses en la manifestación de ayer. Es cierto que muchos actuaban por imperativo estratégico pero también que si no son demasiado estúpidos habrán pulsado la reacción popular que tanto les motiva. Lo mejor de la convocatoria es que la reacción a los atentados de París sirva de catalizador en una Europa entregada a sus propias miserias y a llorar cada cual su padecer por las esquinas. El “espíritu de París” está en la base de la unión europea. No más violencia ni más guerras en el continente, vinieron a decir los padres de la idea moderna de Europa. Eso mismo se decía ayer en los bulevares de París. Esta vez no era frente a los totalitarismos del siglo XX sino del siglo XXI. Justificados en lo religioso y no en lo político pero igualmente enemigos de la vida y la libertad, manipuladores de la emotividad y construidos sobre discursos excluyentes. Al menos, ahora no hemos de esperar a millones de muertos, como en la Segunda Guerra Mundial, para unirnos contra el enemigo y plantarle cara, ya tenga el bigote de Hitler o la barba de ISIS. Esperemos que esa conciencia de tener mucho que perder si cedemos al chantaje, avive las brasas humeantes de la Europa de los mercaderes. Lo que no ha conseguido la UE ni sus titubeantes líderes, puede que lo logre el yihadismo asesino. Al menos, entre sus ciudadanos.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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