No se me olvida que vio a Hugo Chávez reencarnado en pajarillo gorjeador. Solo con eso tendría suficiente para no plantearme votar a Nicolás Maduro. Puestos a ver cosas de otro mundo, prefiero que un político hable con la Pilarica a orillas del Ebro a que confiese hacerlo con un mortal de trayectoria golpista arrebolado entre el pico y las plumas sandungueras. Supongo que es un prejuicio como otro cualquiera de quien ha alcanzado el agnosticismo político y ya no cree ni en tirios ni en troyanos. Ni siquiera en la división entre hijos de Cartago y cachorros de la vieja Roma. Y mucho menos en las dotes de médium de cualquiera que se diga representante de los ciudadanos. Si no creo en su capacidad para hacer oír la voz de los vivos ¡cómo aceptar que sean transmisores de la de los muertos!
Sin embargo, escuchar al propio presidente venezolano afirmar con sorna y provocación que, de presentarse en España, ganaría las elecciones me ha hecho preguntarme si la obsesión la tienen los enemigos de Podemos con Venezuela o algunos dirigentes de aquel país, con las opciones políticas de los españoles. Después de ver cómo Chávez trataba a Aznar y Maduro, a Rajoy, no me cabe duda de que el huevo fue antes que la gallina. El huevo bolivariano, quiero decir.
A Dios gracias ya se ha resuelto el entuerto con la candidatura de Alberto Fabra. Si hubiera tardado un poco más y Maduro, en un arrebato místico, hubiera confesado ver “L’Alquería blanca” en lugar de “Aquí no hay quien viva”, hubiera temido que, en efecto, Rajoy le había elegido para encabezar la lista del PPCV. O que él se había presentado voluntario. No es el caso. Maduro no tendrá que pujar por ocupar ni la Generalitat ni la Moncloa… salvo que se sienta representado por alguna fuerza política acunada en el mismo nido vacío dejado por Chávez. Cuesta creer que un personaje como Pablo Iglesias, cuya única hornacina junto al altar divino está ocupada por un espejo, sea capaz de venerar a un régimen como el venezolano y a unos personajes que dicen hablar a través de trinos celestiales.
Rajoy, al parecer, ya ha escuchado ese gong interno que le informó de que “tocaba”. Es el argumento que dio para retrasar la elección de Fabra, descompasado de la confirmación de otros candidatos. En varias ocasiones, respondió a los periodistas que lo designaría “cuando tocara” sin que sepamos a ciencia cierta qué sucedió ayer para confirmar que así era ni escucháramos una alarma de móvil anunciándole que había llegado el momento. Tal vez, la amenaza de que alguien volara sobre el nido del cuco con chándal bolivariano empujó al presidente, o simplemente era ya insostenible que una plaza como Valencia estuviera al albur de las guerrillas inherentes a la elaboración de las listas. En cualquier caso, es de agradecer que, al menos en esto, Maduro no haya podido ver Canal 9.