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María José Pou

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Las raíces del machismo

Cada vez que se produce un crimen machista y comprobamos que sus protagonistas son jóvenes o cuando los estudios sociológicos nos advierten de convicciones sexistas entre los adolescentes, nos damos cuenta de que la discriminación ya no es cosa del pasado ni de las generaciones de posguerra. Ya no podemos seguir atribuyendo el machismo a los 40 años de dictadura, ni a la educación franquista, ni al retraso endémico de España respecto a la Ilustración. Aunque sus raíces fueran esas y miles de años de patriarcado, el machismo entre adolescentes es responsabilidad de nuestras generaciones. Ya no es posible culpar a otros.

Sin embargo, esa tendencia a preocuparnos solo cuando se produce un asesinato, una paliza, una bofetada o una agresión verbal a menudo nos impide ir al origen de la discriminación y –no debemos olvidarlo- de la connivencia social con ella. Si leemos el estudio que la OCDE ha hecho sobre la “brecha de género” en materia educativa en Europa podemos ver que el problema no es solo de los curas rancios de las películas de Almodóvar. Ni tan siquiera es un asunto con el que flagelarnos únicamente los países mediterráneos. También en Finlandia, ese gran referente educativo, se observa un comportamiento que suele pasar inadvertido y que debería centrar nuestro interés. Dice el estudio de la OCDE que el rendimiento de las niñas en algunos campos es mejor que el de los niños o, como mínimo, similar, pero que ellas tienen menos confianza en sí mismas. No terminan de verse capaces de abordarlo. Es el caso de los problemas matemáticos o de los temas científicos. Enfrentarse a esas áreas les crea ansiedad a las niñas, no tanto a los niños. Los datos son demoledores porque las diferencias no son acusadas y cuestionan el tópico de que las niñas son de letras y los niños, de ciencias. No depende de su capacidad sino de los mensajes que acompañan su adiestramiento en cada disciplina. Así, el estudio revela que no es solo una autopercepción sino también una mirada estereotipada por parte de padres y educadores. Tendemos a mantener la idea prefijada de que a las niñas les resultará más útil la lectura y a los niños, las ciencias. Se ha constatado, incluso, que con un mismo rendimiento, se les pone más nota a los chicos en matemáticas porque se considera que las necesitarán en su desarrollo profesional, como si las chicas no vivieran en el mismo mundo. Lo asombroso, además, es que no se trata solo de una rémora de España, Italia y Portugal sino que eso ocurre en toda Europa. Ahí reside el inicio de una visión parcial y discriminatoria. Todavía pensamos que las chicas valen para una cosa y los chicos, para otra. Todavía marcamos la diferencia y hasta el desnivel. Ése es el comienzo de la distorsión, aunque sigamos quitándonos las culpas atribuyendo el machismo a la influencia de la Sección Femenina.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


marzo 2015
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