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María José Pou

iPou 3.0

Un copiloto enfermo

Mal servicio ha hecho el copiloto del avión siniestrado en los Alpes a los enfermos mentales. En apenas 24 horas hemos visto cómo el trastorno mental se ha asociado a un hecho terrible y se ha presentado como un riesgo grave para la población con la que convive la persona afectada por él. Sin duda, es difícil obviar que, de confirmarse lo expuesto por el fiscal, el origen de la catástrofe pudiera estar en el desequilibrio del copiloto, pero la prudencia y la justicia alertan sobre la demonización de todo un colectivo doliente, el de los enfermos y sus allegados.

Dice la Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (FEAFES) que una de cada cuatro personas sufre una enfermedad mental durante su vida y que esas cifras crecerán en el futuro. Así, pocos son los que pueden considerarse inmunes a un episodio de desequilibrio psíquico o a la propia enfermedad. La pregunta necesaria, junto a aquellas que plantean controles, tests y prohibiciones, es si existen los medios necesarios para acompañar a quien sufre algún problema psiquiátrico y si el entorno social permite la total recuperación de dolencias episódicas e incluso la aceptación de su existencia.

Todavía hoy algunas de esas dolencias son ocultadas en el trabajo, en la familia o ante el círculo de amistades. Las razones tienen que ver con el rechazo social y el estigma con el que alguien puede cargar durante el resto de su vida. No terminamos de creernos que las personas puedan recuperarse de la depresión, la ansiedad o la anorexia.

Si a eso sumamos el impacto de la crisis, con recortes en atención, copagos en tratamientos e inestabilidad laboral, nos encontramos con unos enfermos más vulnerables que nunca. Y cada uno de ellos hay que multiplicarlo por dos, tres o cuatro. Son los familiares o personas del entorno más cercano que sufren, junto a ellos, la enfermedad y sus consecuencias. Allegados que ven, impotentes, cómo esa persona no es aquella que conocieron con plena salud.

Aún nos cuesta aceptar que es un problema de salud y debe abordarse de ese modo. Por eso resulta tan inconveniente el relato que algunos hacen respecto a lo sucedido en el avión de los Alpes y la descripción del protagonista. Que hubiera roto un parte de baja que le obligaba a no subir a ese avión no solo significa que falló algún control laboral. Ante la tragedia, es lógico que solo pensemos en eso. Sin embargo, también está indicando que la persona enferma no estaba siendo acompañada en un momento en el que, posiblemente, necesitara tratamiento, consejo o supervisión. Es razonable que, ante el dolor, no pensemos en él salvo como verdugo pero deberíamos aprovechar este hecho para mirar hacia quienes viven el tormento interior que tal vez tenía él y no encuentran una respuesta social que les salve, en primer lugar, de sí mismos.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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