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María José Pou

iPou 3.0

Whatsapp de profesores

Somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras, dijo el clásico. Y, en efecto. Nadie nos reprochará aquello que nos guardamos, salvo el hecho de callarlo, pero sí lo que desvelamos al mundo. Ahora bien, si hay un contexto donde esto se convierte en una máxima esencial es Internet. Suelen decir los expertos que no deberíamos “colgar” en Internet aquello que no quisiéramos ver en la portada de un periódico, es decir, que solo deberíamos dejar circular por la Red lo que no nos importaría que conociera el mundo entero. Eso es aplicable también a las conversaciones telefónicas –que se lo digan a más de un político- o a las de Whatsapp. Los sistemas de mensajería instantánea los carga el diablo ya sea para revelar un vídeo comprometido en los Yébenes, ya sea para difundir los comentarios de un grupo de profesores en Casarrubuelos.

Éste último caso saltó a la opinión pública hace unos días cuando alguien dejó en los buzones de este pueblo de Madrid una fotocopia que incluía las conversaciones por Whatsapp de algunos profesores del único colegio de la localidad. En ellas, había quien insultaba a los alumnos marroquíes y quien contestaba “ningún moro es bueno” o afirmaba, sin rubor que “nacen ya hijoputas”; otros calificaban de “zorra” a una madre, y hasta lamentaban no haberle podido dar “una docena de hostias” a un alumno. De momento las autoridades educativas ya han suspendido a la directora del colegio y han abierto expediente a siete de los profesores implicados.

Tal vez, el caso se resuelva con esas medidas disciplinarias pero lo grave no es que lo hayan verbalizado sino que lo piensen. Es cierto que a nadie se le puede perseguir por lo que lleva en el interior pero despreciar a los alumnos es un factor invalidante para ser profesor. Puede que no se manifieste, como en este caso, de palabra. Quizás nadie sepa nunca que ese profesor califica a sus estudiantes y a las familias como escoria social, pero no debería escandalizarnos que lo dijera sino que alguien con tan poca vocación pueda estar donde está. La educación es demasiado importante como para dejarla en manos de alguien que ningunea e insulta a quien tiene delante. No se trata de buscar seres angelicales, incapaces de diferenciar al alumno disciplinado, interesado y dispuesto de aquel que pierde el tiempo y lo hace perder a los demás. Los hay así. Sin duda. Negarlo es de un buenismo irresponsable. Ahora bien, una cosa es constatar que hay alumnos difíciles y otra, despreciarlos por ello. Lo penoso del caso no es que lo hayan dicho en un grupo de Whatsapp. Eso es de imprudentes por no saber, entre otras cosas, que entre sus filas había un chivato. Lo lamentable es que haya sido eso lo que haya destapado el caso y nos quedemos sin saber el alcance de todo ello, la realidad del colegio y la finalidad última de la filtración.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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