En casi ningún local de La Habana se puede pedir una cola que no sea la que se fabrica allí, dulzona y empalagosa. Hay alguna excepción, como el hotel donde se alojó Hemingway, en donde sirven “pepsis”, tal vez por lo frecuentado de turistas norteamericanos, pero nunca su competidor directo, uno de los grandes nombres de las multinacionales capitalistas.
No es una mala experiencia ésa de fabricar la versión local de cualquier cosa que el mercado haya encumbrado a la condición de “objeto de deseo”. Es un modo de intentar vivir al margen del sistema global y de demostrar que no es la marca la que debe atraernos sino su contenido se llame como se llame. Es una sensación extraña para quien acostumbra a vivir rodeado de anuncios con nombres evocadores y simbólicos. Una sensación que se inicia desde que se toma tierra. En el camino desde el aeropuerto al hotel, no se verá ni una sola valla publicitaria. Todas están dedicadas a la revolución. La propaganda sustituye a la publicidad.
En ese contexto, el cambio de relación con Estados Unidos es mucho más que sorprendente. Es la madre de todos los choques de trenes pues se trata de dos realidades antitéticas. Parece imposible conciliar el gran mercado y el país que vive al margen de sus reglas. El reino del capitalismo salvaje y el mundo que niega la máxima de que solo bajo su paraguas se puede vivir una existencia feliz.
La pregunta es si se trata de una estrategia para aislar a Venezuela o hay algo más. Maduro, en estos días, suele reprochar a Obama que dé “la zanahoria, a los cubanos y el palo, a los venezolanos”. Tal vez por eso los medios oficiales se hayan dedicado durante semanas a mostrar la adhesión de todo el país a la protesta de Venezuela por ser considerada un peligro por parte de Estados Unidos. Según ese discurso, es imposible que el líder más valorado por los cubanos después del Papa sea Obama. O mienten esos sondeos o lo hace el discurso institucional que presenta a Obama como un nuevo conquistador. Posiblemente sea esto último pues hasta ahora han mostrado su apoyo a la patria bolivariana maestros, agricultores o enfermeros pero Raúl Castro no lo ha hecho de forma explícita ni tan dura como el sucesor de Chávez. Quizás la mayor resistencia que encuentre el líder cubano sea el sistema construido durante décadas y nutrido de un permanente orgullo en su propio aislamiento. Un aislamiento que está empezando a caer tal vez para lograrlo, sin decirlo ni provocar otro conflicto evidente, con Venezuela. Es un modo distinto de bloqueo, más sutil pero posiblemente más eficaz y menos criticado. Si Obama quisiera aislar explícitamente a Venezuela, tendría que lidiar no solo con el Congreso sino con una opinión pública globalizada que no le perdonaría. Un factor que no existía en tiempos de Sierra Maestra, y que obliga a cambiar de estrategias.