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María José Pou

iPou 3.0

Lealtad y conciencia

De entre todos los argumentos esgrimidos por los díscolos del PP para no apoyar la reforma de la ley del aborto, me ha llamado la atención especialmente uno: la apelación a la lealtad. Es curioso por lo impecable, por lo problemático y por lo clarificador. Es impecable porque, a la vista del programa electoral y de los principios del PP, no puede reprochársele deslealtad a quien se somete a ellos. El problema viene, como ha ocurrido, cuando la actual dirección reorienta esos principios o les pone silenciador por puro pragmatismo. Es problemático porque está poniendo de manifiesto que una cosa es el partido y otra, las personas que lo dirigen en la actualidad. Ante eso ¿a quién ser leal? Es la gran pregunta que se hace todo miembro de un organización ya sea política, religiosa o cultural. ¿Hay que ser fiel a las ideas que dan origen a la organización o a las personas que en un momento dado tienen la potestad de interpretarlas? En principio deberían coincidir ambas y, si no, hay que llegar al cambio tras un proceso de reflexión colectiva, pero decir esto es más ingenuo que confiar en que aparezca el conejo sombrerero de Alicia y nos invite a celebrar el no-cumpleaños. Es, por último, clarificador porque pone sobre la mesa la encrucijada ante la que se encuentra un político cuando debe decidir entre su conciencia y su estrategia.

Quienes ayer elevaron la voz para mostrar su discrepancia ya saben que no estarán en las listas electorales. Esos ya se han sentenciado pero lo han hecho en conciencia, tal y como pedían los obispos españoles. La pregunta es por qué no actúan siempre así. Se me dirá que el aborto es un tema de conciencia pero yo defiendo que también lo es, salvando las distancias, la potenciación de las energías renovables, el uso de concertinas en la valla de Melilla o los acuerdos comerciales con Irán o con Marruecos haciendo la vista gorda a sus vulneraciones de derechos humanos. ¿Acaso en eso no se siente interpelado un diputado del PP? ¿Por qué en ese terreno no experimenta la necesidad de discrepar, de mostrar un punto de vista distinto o de cuestionar la línea mantenida por su partido? Tal vez será porque la rabieta ante el aborto también tiene un fin estratégico. Negarse a aceptarlo y afear la conducta del partido en esa cuestión es erigirse en portavoz de un sector que no es nada irrelevante, el democratacristiano. ¿Está también él contra las concertinas? ¿O contra una política restrictiva en materia de inmigración? ¿Por qué sobre eso no piden los obispos también libertad de conciencia mientras critican sistemáticamente la muerte de miles de inocentes en el Mediterráneo, como los 400 que se ahogaron ayer mismo? Toda la política es cosa de conciencia. La cuestión está en saber cuándo compensa la rebeldía. Ante el aborto, al parecer, sí. Lástima que no ocurra eso en todo lo demás.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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