Son tiempos de encuestas, sondeos y anticipos de lo que vendrá tras el 24 de mayo. Vivimos en la promesa porque nos hace falta conocer el futuro y porque necesitamos creer. Aunque sepamos a ciencia cierta que las cosas pueden ser muy distintas de lo que nos venden. Somos conscientes de que se incumplen juramentos eternos, anuncios electorales, pronósticos meteorológicos y programas de partidos políticos. Más que el principio, vivimos en el reino de la incertidumbre. Y no es porque el observador condicione lo observado sino al revés. Heisenberg hablaba de física cuántica, no de política, pero le hubiera sorprendido ver enunciado su principio de un modo opuesto: Es imposible conocer al observador porque lo observado modifica su actitud. Es justo lo que tenemos delante hoy con las encuestas. Sirven para explicar el futuro o quizás para condicionarlo. Tal vez por eso no se permite su publicación en vísperas de la jornada electoral. Sin embargo, no es entonces cuando puede producir más efecto. A veces puede hacerlo a casi un mes de ellas, como sucede estos días.
Nos hemos acostumbrado a pensar que los partidos hacen públicas aquellas encuestas que les favorecen y donde se recoge su éxito inminente, pero los estrategas saben bien que muchas veces es necesario ofrecer una imagen preocupante y desesperanzada para movilizar a un electorado apático y despreocupado. Por eso me dan tan poca confianza los sondeos electorales. Sus fallos no responden solo a que exista el voto oculto sino el voto perezoso. Ese que no acude a las urnas porque sabe ganada o perdida su opción y cree que un voto no cambiará el resultado. Cuando, por el contrario, ve a su partido caer o subir más de lo previsto, se anima a acudir al colegio electoral bien para respaldarlo, bien para lograr lo que parecía imposible. ¿Qué conviene, pues, en estas fechas, darse por derrotado o enseñar músculo? Difícil saberlo. Un brillante pronóstico, como el que estamos viendo en Podemos desde hace meses puede resultar decepcionante aunque consigan entrar en ayuntamientos y parlamentos autonómicos, como Les Corts, si lo logran con menos margen del esperado. En cambio una bajada del PP que no sea tan dura como se calculaba puede dar sensación de éxito y hasta de euforia en algunos.
Los datos dicen que Ciudadanos será la revelación de estas elecciones, al menos, en Valencia y parece que en otros lugares también. Sin embargo, corren el riesgo de lograr subir al Everest y caer ladera abajo en los próximos años. Todo dependerá de sus pactos, algo que temen las bases en estos momentos. Nada más fácil para arrastrar apoyos que no haber gobernado nunca. La prueba es Podemos. Nada más arriesgado para mantener la credibilidad que hacerlo con los de antes. Es el caso de Ciudadanos. Un dilema mucho peor que publicar o no una encuesta favorable como la de ayer.