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María José Pou

iPou 3.0

La tarjeta de baile

Me parece demasiado pronto para poner el grito en el cielo. Yo prefiero reservarme para dentro de dos años, cuando romper un pacto ya sea un proceso irreversible e invalidante de la acción de gobierno. Los amagos de ahora ni me sorprenden ni me espantan. Van en el kit de supervivencia política que todos se han agenciado para tiempos de fraccionamiento electoral como los que vivimos. En ese kit se incluyen tarjetas de baile simultáneo y diverso para conceder a unos, un vals; a otros, un tango y a los de más allá, una rumba. Cuentan que hay opción incluso a “perrear” con quien se preste a un ritmo con tal coeficiente de rozamiento que para sí quisiera el mejor de los neumáticos sobre pavimento mojado. El caso es obtener un buen pedazo de tarta.

Lo complicado es conjugar los intereses de ahora con los de las generales, las siguientes locales y vuelta a empezar. O sea, que la decisión de hoy no estropee el beneficio de mañana. De ahí los esfuerzos por hacer, por hacer ver y por que crean que hacen ver algo distinto a lo que en realidad se ve. Un lío de dioptrías que nos marea. En una palabra, algunos se están haciendo los difíciles. Si ceden a la primera ya se sabe lo que dirán las habladurías. Los cotillas metomentodos no distinguen entre las broncas conyugales y las políticas. La cuestión es hablar. Y en ese contexto, lo más repetido tiene que ver si X es facilón; si Y se va con la primera que encuentra o si Z está desesperada. Así, pues, lo urgente es mostrar cierto desapego e incluso autosuficiencia, como si no hubiera demasiado interés en quien la ronda o en la que espera una respuesta para encargar el traje de novia.

El problema es hallar el punto justo de tensión en la cuerda que ayude a imponer el propio criterio sin que se deshilache por la presión. Eso es lo que veremos en los próximos días. Como el niño que pone a prueba a los papás a ver hasta dónde consigue llegar. Sin embargo, parece tan frágil la unión que no se puede pronosticar una larga duración. La razón es todo el espectáculo al que estamos asistiendo. Dudar entre PP-Ciudadanos o Compromís-Podemos no es dudar. Es tener muchas ganas de presidir aunque sea la comunidad de propietarios. Si uno puede irse tanto con unos como con los de enfrente, bastará con que el desgaste del primer año y la perspectiva electoral del final de legislatura le muestren un fracaso anunciado para que se aleje de aquellos que eligió al comienzo. Será la forma más eficaz de librarse de culpas por todos los errores cometidos. Así, veremos cómo a partir del tercer año, si no antes, los pactos saltarán por los aires. Sabremos entonces, pues, que habrá empezado la campaña electoral. La pegada de carteles se sustituirá por enfados, ceños fruncidos y escenas en las que la diva se hará la ofendida. Sea quien sea el protagonista y el partido al que pertenezca.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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