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María José Pou

iPou 3.0

El kit del diputado

Si algo ha cambiado en política, antes incluso que el cacareado bipartidismo, es la costumbre de ser opacos en la que vivían nuestros dirigentes. Aún queda mucho por hacer, pero en los últimos años nos hemos acostumbrado a pedir cuentas sobre las cuentas mucho más que antes. Ahora solo falta más información, por parte de la Administración, y más coherencia, por parte de los ciudadanos.

Hace años no hubiéramos frenado, con el “grito en el cielo” mediático y social, la compra de los terminales de telefonía móvil más caros del mercado. Ni hubiéramos aplaudido el cambio de coches oficiales por bicicletas o la rebaja de los sueldos en los altos cargos. Durante años, aceptamos que ésas eran las reglas del juego y los peajes que pagar por tener unos políticos en condiciones. Ahora sabemos que no es descabellado aspirar a la austeridad como norma de los servidores públicos y no solo como mantra para asfixiar a los ciudadanos. Sin embargo, estamos iniciando apenas el camino para mayor control del gasto y más conocimiento del mismo por los contribuyentes. En esta fase no es extraña, pues, la incoherencia o la falta de equidad.

El argumento que se ha dado para mantener el “kit del diputado” con móvil y ordenador a cargo del erario público es la necesidad de comunicación. Al menos, así lo justificó Colomer. Es cierto que ningún trabajador hoy puede plantearse estar aislado. También los electricistas o los repartidores llevan móvil a cargo de la empresa y no parece una frivolidad. La cuestión es la gama. Si lo ponemos en relación al transporte lo veremos mejor. En estas últimas semanas nos hemos cansado de comentar la llegada en bici de Ribó al ayuntamiento o las imágenes de Ada Colau y Manuela Carmena en el metro de Barcelona o Madrid. Nos gusta ver que nuestros políticos saben lo que cuesta un billete en el transporte público, que lo siguen tomando y que, incluso, optan por él antes que por el carísimo transporte privado (en lo económico y en lo ambiental). Sin embargo, a veces necesitarán ir en coche por razones de tiempo y de seguridad. Con los ordenadores y móviles pasa lo mismo. Los diputados los necesitan. Negarlo es extremo. Pero para llamar y ser llamado, no necesitan un iPhone de última generación. Como no necesitan un coche de alta gama para ir de casa a la plaza del ayuntamiento en la misma ciudad.

La austeridad no es una pose, es una costumbre. El educado en ella recicla las fotocopias por la otra cara, aprovecha las sobras del cocido o va dando un paseíto si puede evitarse el taxi. Eso es lo que esperamos de quienes tanto han pregonado el control del gasto público. Que tengan criterio. ¿Que renuncien siempre y a todo? No. Que lo hagan cuando sea razonable. Si los padres comparten libros de texto en los colegios públicos, no hay razón para que los diputados no compartan el material de trabajo.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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