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María José Pou

iPou 3.0

El último 3 de julio

Ante una catástrofe, sea del tipo que sea, el dirigente político debería apartar de un manotazo todo lo que tiene en la mesa y poner en el centro el dolor. Ya sea un atentado terrorista, una riada asesina o un accidente de metro, la prioridad a todos los niveles ha de ser el acompañamiento, la solidaridad, la ayuda para seguir adelante y el cuidado del que queda más débil tras los hechos, sobre todo, niños y ancianos. Después ya vendrán la investigación, la búsqueda de responsabilidades, la reclamación y hasta el reproche penal si fuera el caso. Lo último –lo que nunca deberíamos encontrar- es la utilización del dolor, o de su ocultación, para obtener beneficios políticos, ideológicos, mediáticos, sociales o cualesquiera otros.

En esta comunidad hemos vivido todos los supuestos en los últimos años. La solidaridad inmediata con los afectados por la “pantanà” de Tous; el apoyo a las víctimas de ETA o del yihadismo en Túnez; la demonización de quienes pedían más protagonismo para las víctimas del accidente de metro y la sensación de que al poder le resultaba tan molesto el reproche político por lo ocurrido en la estación de Jesús que prefería mantenerse agazapado.

En todos esos casos, la ciudadanía ha estado más a la altura de los hechos que sus dirigentes. Los valencianos se han volcado en ayudar, en mostrar cariño hacia los afectados, en llorar colectivamente lo sucedido, en reclamar justicia o en mostrar silenciosamente su rechazo a la forma de gestionar cada proceso. Sin embargo, los políticos han seguido siendo políticos y en lugar de apartar de su mesa las ocupaciones, han sacado un mapa y han situado una chincheta de color en la estación de metro de Jesús. Unos, para calcular el daño y los otros, el beneficio.

Por eso en la imagen de ayer a las puertas de Les Corts me sigue faltando algo. Por mucho que celebre que se reconozca a las víctimas del accidente del metro como algo más que una molestia y que se les reciba y abrace -que falta hacía-, echo de menos algo difícil de recuperar: la unidad institucional, la capacidad de superar el enfrentamiento político y mirar hacia el ciudadano como algo más que una palanca hacia el poder. El avance de ayer no es la comisión de investigación. El avance es escuchar a las familias de las víctimas, reconocer su sufrimiento, dolernos con ellas, acompañarles, situarles en el primer plano de la actualidad porque nos duela, no porque vendan, en una palabra, dejar de considerarlas el enemigo y, para los otros, el aliado. Lo urgente es que el accidente del metro deje de ser un arma política. Parece imposible porque ya todo está contaminado pero si no es así, seguirá sin cerrar del todo. Sin duda, en estos años ha faltado determinar responsabilidades políticas pero la comisión corre el riesgo de ser un acto de vendetta más que de investigación o justicia.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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