>

Blogs

María José Pou

iPou 3.0

La cruz de Evo

Al inicio del Pontificado de Francisco, hubo una novedad que llamó mucho la atención. El Papa casi nunca daba la comunión durante la misa. Aunque no hubo explicación oficial, algunos vaticanistas recordaron declaraciones suyas en las que, como prelado de Buenos Aires, decía evitar que algunos aprovecharan la foto recibiendo la comunión de manos del arzobispo para “redimirse” de sus pecados públicamente. Así lo recogía Bergoglio en el libro que publicó junto al rabino Skorka en el que decía: “en ciertas situaciones no doy la comunión, me quedo detrás y la dan los ayudantes, porque no quiero que estas personas se acerquen a mí para la foto”. Sin decirlo, podía incluirse entre ellas a los responsables de la dictadura argentina, de los miles de desaparecidos, huérfanos, damnificados y sufrientes que dejó ese periodo negro de su historia. Negar la comunión hubiera sido un escándalo, pero darla, la demostración de que el pecador había sido acogido de nuevo en casa.

Sabiendo eso, me imagino lo que le pasaría por la cabeza y entre los dientes al jesuita Bergoglio cuando viera la cruz que le tenía preparada Evo Morales y a los fotógrafos disparando como locos ante la estupefacción del séquito papal. Lo mismo que cuando haya visto la foto hoy en buena parte de las portadas de la prensa mundial. Por si no quería caldo.

Ya el Papa ponía mala cara mientras el boliviano le colocaba el Cóndor de los Andes, la máxima condecoración del país, y, como suele, miraba al suelo y de soslayo a su interlocutor. Seguramente se temía ser encorsetado en uno de los jerseys de rayas tan poco favorecedor aunque muy útil para ser localizado en el papamóvil. En lugar de abrigarle con un suéter, Morales sacó lo que pretendía ser un crucifijo formado con la hoz y el martillo mientras el Papa le decía por lo bajo “eso no está bien”. En realidad era un martillo en el que estaba clavado Cristo, lo que no deja de ser una revelación. Así lo hubiera visto Juan Pablo II, testigo de la persecución sufrida por los seguidores de Jesús en Polonia. Cristo clavado por el martillo de una ideología excluyente. Cuando llegó el turno del Papa, regaló a Evo Morales un icono que representaba a la Virgen de Santa María la Mayor, a la que el Papa tiene especial devoción y visita siempre que va a salir de viaje. Es la Protectora del pueblo romano, la Salus Populi Romani, cuyo gesto mirando de reojo al de la hoz y el martillo no dejaba de resultar simbólico. Después del mal trago, la presencia de la Virgen con el Niño –un Niño que, por cierto, levanta la mano para bendecir con dos dedos y no para maldecir con el puño cerrado- ponía todo en su sitio de nuevo.

Evo tuvo su foto pero no logró ni el más ligero gesto por parte del Papa que aplaudiera el uso político de los símbolos religiosos. Tuvo su instantánea, pero no un pie de foto que le avalara.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


julio 2015
MTWTFSS
  12345
6789101112
13141516171819
20212223242526
2728293031