Uno de los riesgos del borrón y cuenta nueva que pretenden imponer algunos políticos locales es que queden relegados aquellos temas o espacios que se convirtieron en emblemáticos para la administración anterior. Durante años, la izquierda ha hecho de El Cabanyal su escenario favorito, sobre todo, para mostrar su oposición a Barberá, mientras que vinculaban al PP con la Ciudad de las Artes y las Ciencias en clave de megalomanía y despilfarro.
Los lugares son simbólicos. Así, el Cabanyal es presentado como un espacio vital vinculado a la gente humilde frente al hueco mundo de Calatrava, relacionado con una elite política o cultural. También sucedió con la llegada de Barberá al consistorio, dejando en un segundo plano el “Vetges tú” de Pérez Casado. Cuenta el exalcalde en sus memorias que el objetivo de la obra era la ciudadanía, un destinatario presente a menudo en el imaginario colectivo de cualquier político local. Por eso no es de extrañar que Ribó haya escogido recorrer algunos de sus primeros pasos por el antiguo cauce del Turia para preocuparse por el carril bici o por el nuevo carril running. Sin embargo, sería injusto –aunque lo veremos- relegar la mejora de esos jardines a la acción de la izquierda. Lo que hoy existe de carril running, los espacios para perros o las zonas de gimnasia para mayores han sido obra del vapuleado equipo de Barberá. La búsqueda de lugares para la gente y la proximidad con el ciudadano no son atributos exclusivos de la izquierda. De hecho, el escenario donde la anterior alcaldesa mostraba todo su carisma eran los mercados municipales, nada sospechosos de elitistas. Por eso la campaña de desprestigio se situó allí, donde más dolía.
Y es ahí donde estoy esperando encontrar a Joan Ribó, tan próximo al ciudadano humilde, a la huerta y al cuidado del medio ambiente, aunque algo me dice que tardaremos en verle saludar a los fruteros y preguntar por las alcachofas, no a título personal naturalmente, sino ocupando el espacio que antes llenaba Rita Barberá. Demasiado vinculada a ellos como para quedar libre de comparaciones. Lo más preocupante, sin embargo, no es la ausencia de Ribó en los mercados sino de éstos en las prioridades políticas. Por ejemplo, en un verano terrible como el que sufrimos, los vendedores y clientes del mercado Central y del mercado de Russafa se ahogaban de calor estos días por el mal funcionamiento del aire acondicionado, una reivindicación constante de los últimos años. O pedían usar espacios propios para iniciativas que reactiven la vida del mercado como clases de cocina. Aunque hayan sido el feudo de Barberá durante años, Ribó no debería posponer la solución a sus problemas. A veces la continuidad no es un error sino signo de independencia, inteligencia política y capacidad para poner el interés ciudadano por encima de cualquier otra cosa.