Cuando comenzaba Internet se decía que una de sus grandes ventajas era la “asincronía”, es decir, la posibilidad de relacionarse sin necesidad de coincidir en el tiempo. En el campo educativo era un gran avance pues no era obligado compartir un aula a una hora determinada. Esa asincronía se está produciendo también en las “tertulias” que, sin saberlo, desarrollan Mónica Oltra e Isabel Bonig en la política valenciana. Es como si ambas estuvieran en el mismo plató de televisión pero sin tener que sincronizar las agendas.

Eso sucedió ayer con las declaraciones sobre los sueldos. Bonig trató temprano el tema y a mediodía ya había respuesta de la vicepresidenta. La líder popular lamentó que los cargos cobraran poco y dejó caer esa vinculación nada inocente entre sueldos y preparación del cargo electo. Al rato, la representante de Compromís le contestaba alegando que el sueldo no asegura la calidad. No les faltaba razón, pero con alguna salvedad.

Es cierto que en los últimos años han llegado a la política personas que solo tienen en su haber fidelidad al líder del partido. O a la facción ganadora en las luchas internas. Ni oficio ni beneficio. Solo telegenia, desvergüenza, oportunidad y falta de escrúpulos. Sin embargo, sorprende que lo diga alguien del PP valenciano. Por mucho que al caracterizar a los “ninis” políticos pensemos en Bibiana Aído, el PP no ha estado exento de esos perfiles. Ni mucho menos. Tampoco es ajeno a ello el actual grupo dirigente. La mediocridad ha sido el rasgo más notable de la política valenciana en estos años. Y los sueldos no garantizan calidad. Sin duda. Pero tampoco la austeridad asegura eficacia, aunque abarata su contraria. La garantía es la vocación de servicio público, sea de un gran curriculum, sea de un humilde gestor. Eso es lo que debería preocupar a los partidos.