>

Blogs

María José Pou

iPou 3.0

Un niño muerto

Hace un par de años, el fotoperiodista español Manu Brabo ganó un premio Pulitzer, los galardones más cotizados en el mundo del periodismo. Con su decisión, la entidad que los entrega, la Universidad de Columbia, quiso reconocer la capacidad de este periodista, junto a otros dos, para reflejar la crudeza de la guerra en Siria. En la foto premiada, Brabo recogió el terrible dolor de un padre que lloraba desconsolado con su hijo ensangrentado y muerto en los brazos.

Cuando vi la foto, mucho antes de saber que iba a ser un Pulitzer, me conmovió tanto que la recorté. Siempre me impresionan las imágenes de “la pietà”, el dolor de un padre o madre con su hijo muerto en los brazos, porque dudo que haya pena mayor que esa. En este caso, además, la puse en el tablón de mi despacho para recordar cada día la principal tarea del periodismo: contar lo que sucede a la gente corriente y contribuir, a base de desvelar lo oculto, a cambiar sus vidas para mejor.

De esa imagen han pasado casi tres años. Ya entonces sabíamos que morían inocentes, veíamos a gentes desesperadas intentando sacar a sus hijos de los escombros o llevándolos a un hospital totalmente desbordado para lograr lo imposible, que les mantuvieran con vida. Ya entonces éramos conscientes de lo que sucedía. No vale, ahora, hacernos de nuevas.

Por eso, cuando veo la reacción de los políticos y de muchos de nosotros, me pregunto cuántas manifestaciones de “no a la guerra” hemos convocado desde hace tres o cuatro años. Cuántas veces hemos gritado a nuestros dirigentes que son cómplices por no ir a por Al Assad como fueron a por Gadaffi. O cuántas veces nos hemos prometido no movernos de la puerta de la sede de un partido hasta ver cómo toman medidas para terminar con una barbarie. Decían algunos, con Aznar y Bush en el poder, que en otros países dejados de Occidente no hay petróleo y por eso no les preocupaban. Deberíamos decir lo mismo con Siria. En Siria no están las tropas de Bush ni hay foto de las Azores contra los que luchar. Por eso, seguramente, no nos inquieta lo suficiente que muera un niño ni dos ni mil. No al menos no tanto como para levantarnos del sofá e ir a corear consignas creyéndonos héroes. Ya sé que las protestas sirven de poco pero la ausencia de ellas, cuando hemos visto convocar algunas multitudinarias por menos, dicen mucho de la sociedad hipócrita de la que formamos parte. Nos conmueve un niño muerto solo porque lo vemos. No hay que angustiarse demasiado. Nos durará poco. El padre que lloraba a su hijo en Aleppo hace tres años lo sabe muy bien. Ninguna capital europea se paralizó para pedir justicia, el fin de la guerra o la reducción de la venta de armamento por parte de los gobiernos que ahora pretenden reunirse. Un niño solo un niño. Vale más un voto, una consigna o una performance que muestre cuán indignados estamos.

Temas

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


septiembre 2015
MTWTFSS
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
282930