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María José Pou

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La compasión valenciana

Si algo está demostrando la crisis de los refugiados es que los dirigentes europeos han minusvalorado la generosidad de sus ciudadanos y que los partidos pequeños tienen más cintura que los grandes para engancharse a cualquier causa solidaria. Empezaron los alemanes recibiendo con aplausos a los que llegaban exhaustos a sus ciudades y organizando, a base de voluntariado, servicios de agua, comidas y ayuda básica para aquellos que la gran política ignoraba o rechazaba. Esa respuesta de la sociedad civil es un salto cualitativo respecto a otras épocas, que se ve favorecido por un clima de libertad inexistente entonces. Era muy difícil ayudar a quienes llenaban los trenes en los años 30 camino de los campos de exterminio. Aunque la imagen sea similar, la libertad es el factor diferencial. Es lo más valioso que tenemos y lo que ISIS está robando a sirios, afganos o iraquíes. Es lo que buscan en Europa y lo que tenemos obligación de proporcionarles.

El hecho de que haya sido la sociedad civil la que se haya adelantado a la insoportable lentitud de la UE cuestiona su utilidad. Las autoridades comunitarias deberían estar al servicio de los ciudadanos, pero en el fondo están al servicio de su propia continuidad. Son dinosaurios que no tienen la agilidad de los gobiernos municipales. No es casualidad que hayan sido estos los que hayan reaccionado con más rapidez. A su proximidad y al protagonismo que tienen respecto a la acogida y sus efectos cotidianos se une la presencia en algunos ayuntamientos de grupos especialmente sensibles pero también demagógicos. Es cierto que son amantes de los símbolos, y pocos símbolos hay tan efectivos estos días como abrazar la causa solidaria hacia los refugiados. Pero, aun con toda su demagogia, bienvenidos sean. Es la empleada ayer por Mónica Oltra al incluir la solidaridad entre las señas de identidad valencianas. Entiendo que lo haga en el contexto de un debate sobre las banderas en absurdo centrifugado, pero la sensibilidad no es valenciana ni australiana. Es humana. Aunque, si todo esto sirve para ayudar a quienes más lo necesitan, aceptaremos al payaso de Micolor como animal de compañía.

Ahora bien, la función de las autoridades no es ser sensibles. Eso es cosa de sus representados. Ellas deben organizar eficazmente lo necesario para atender las necesidades que creemos urgentes. Está muy bien proporcionar una casa o un servicio médico a una familia siria pero creando las condiciones de seguridad jurídica para ella y para los ciudadanos que acogen, ya sea con un alquiler simbólico, con un compromiso de cesión temporal o con un seguimiento posterior para evitar abusos. No se es menos compasivo por exigir garantías. Es digna de elogio la generosidad de los valencianos pero anticipando los diferentes escenarios se evitan problemas futuros que incuban el rechazo.

Temas

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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