La inversión está hecha. Los runners ya tienen su carril en el antiguo cauce del Turia. Pocos lugares hay en la ciudad mejores que ése para practicar deporte: es un espacio sano, alejado de ruidos, rodeado de naturaleza y capaz de transportarnos a un entorno libre de contaminación y lleno de oxígeno para nuestros pulmones. Aunque sepamos que “arriba” las cosas siguen igual. Solo el hecho de ir de un sitio a otro por allí y no entre coches y semáforos hace que el paseo sea liviano. Tan agradable ha resultado que en apenas diez o quince años los usuarios del río se han multiplicado y varias veces. Hoy en el río hay overbooking, de ahí la necesidad de organizar un poco el “tráfico”. Una organización y una dotación de recursos que cabe agradecer, en buena parte, al equipo de Rita Barberá aunque algunos insistan en que sus años solo nos trajeron desgracias; aunque ahora tengamos un alcalde ciclista y aunque haya sido él quien ha inaugurado el nuevo circuito 5K. En los últimos tiempos han encontrado su sitio en el río los aficionados a la bicicleta, que tienen su carril; los dueños de mascotas, que tienen sus espacios vallados; los amantes del skate que pueden hacer piruetas en el lugar acondicionado para ello; los que quieren estar en forma, tanto si tienen 20 como 70 años; los padres con niños que pueden jugar en el Gulliver o los que aman la capoeira, el cine y su filmoteca de estiu o simplemente tumbarse bajo un árbol y descansar. Todos ellos pueden disfrutar de un lugar que en buena hora se conquistó a la naturaleza.
Sin embargo, el uso de tantos recursos no depende solo de la buena gestión de quien ordena que se haga sino también –y sobre todo- de quien lo cuida como haría con el pasillo de casa. Eso implica a runners y a todos los demás. Es competencia del ayuntamiento dotar a la ciudad de instalaciones para el deporte pero es responsabilidad de los ciudadanos que su deterioro sea el menor posible, solo aquel derivado del uso habitual y del inevitable paso del tiempo. Del mismo modo, las autoridades pueden organizar el “tráfico” creando una ciudad multicarril donde cada colectivo tenga su propio espacio, pero es obligación de cada uno procurar no invadir el lugar del otro. Los peatones valencianos sabemos lo que es sufrir a motoristas, ciclistas o skeaters patinando por las aceras. También los ciclistas viven con comprensible hartazgo la invasión de su carril por coches, motos, carritos de la compra y hasta inquietantes bolsas de basura. Es la peor forma de echar a perder el dinero público. O privado. De poco sirve tener un carril propio si se ve inutilizado, usado para lo que no está previsto o interpretado por su destinatario como “preferente”, esto es, para ir por él siempre que no tenga interés en ir por cualquier otro, aunque sea un césped comunitario deteriorado por cientos de maratones.