A nadie debería sorprender que el cardenal Cañizares convoque a una vigilia ni que lo haga para rezar por la unidad de España. No es la primera vez que se escucha a un destacado miembro de la Iglesia española hablar de la cuestión. De hecho, fue durante la presidencia del entonces obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, cuando se planteó con más eco mediático el asunto. En aquel momento –año 2006-, Cañizares acababa de ser elegido vicepresidente de la Conferencia Episcopal y en su seno se debatía una Instrucción Pastoral titulada “Orientaciones morales sobre la situación actual de España”. Entre otras cosas, acababa de celebrarse, apenas unos meses antes, el referéndum sobre la reforma del Estatut de autonomía en Cataluña. Por eso, la sensibilidad nacional estaba a flor de piel. Durante días supimos de las discrepancias entre los obispos, en especial, las resistencias de los catalanes y vascos a incluir en el documento final una referencia a la unidad de España como bien moral. Por fin, se aprobó un texto consensuado en donde no se mencionaba explícitamente el tema y sí, en cambio, se defendía que la unidad histórica y territorial de España podía desarrollarse en múltiples formas y que “la Iglesia no tiene nada que decir acerca de las diversas fórmulas políticas posibles”.
Durante meses había habido rumores, especulaciones y reacciones al temor, más que a la realidad. Las baterías periodísticas estaban a punto para bombardear en cuanto los obispos hicieran público el texto final. Sin embargo, toda aquella estrategia se desinfló. Algunos lo atribuyeron a la habilidad de Blázquez y otros, a la mejora de relaciones entre la Iglesia y el gobierno de Zapatero, tras una primera etapa difícil por sus decisiones sobre el matrimonio gay, el divorcio express y la asignatura de “Educación para la ciudadanía”. La impresión que quedó entonces fue que el grupo más duro respecto a los nacionalismos periféricos, Rouco y Cañizares, había tenido que ceder ante la realpolitik. Después de aquello, no es, pues, sorprendente la convocatoria del Arzobispo de Valencia. Ni por su trayectoria ni por la realidad que vive nuestro país.
En 2006, poco podíamos imaginar el punto al que hemos llegado ahora, pero las advertencias de los obispos, hace casi una década, siguen siendo igual de válidas, si no más. La diferencia es que ahora el cardenal Cañizares pide oraciones por la unidad de España y entonces sus hermanos lo hacían “en favor de la convivencia pacífica y la mayor solidaridad entre los pueblos de España”. No es tan distinto. Ambos ven en el deseo de estar juntos la argamasa que nos une. Por eso la gravedad actual no es la ruptura de una forma de organización política sino de la vida en común. El mayor pecado de Mas es haber desestabilizado la convivencia, pues eso no se arregla ni se defiende por decreto. Ni siquiera suyo.