>

Blogs

María José Pou

iPou 3.0

Estelada en el balcón

“Un acto de libertad”. Así calificó Alfred Bosch, de ERC, la decisión de colocar la bandera independentista en el balcón del Ayuntamiento de Barcelona ayer, durante la fiesta de la Mercé. Ese gesto hizo que Alberto Fernández Díaz, del PP, sacara una bandera española e intentara ponerla en el lugar de la “estelada”. La “guerra de banderas” a la vista de todos, terminó con un gran abucheo, con los ánimos caldeados y con la alcaldesa criticando el “pique” pero sin asumir la responsabilidad de ponerse en su sitio. Es decir, el balcón terminó sin banderas. Ada Colau se limitó a regañar a los autores de la provocación, como una maestra con miedo a los alumnos rebeldes. Sin convicción ni autoridad. Su único argumento era considerar que se había querido utilizar el balcón para hacer campaña antes del domingo. Es cierto que eso estaba presente en lo sucedido pero el gesto tiene más componentes que el meramente electoral.

Es un modo de “normalizar” lo que es anormal. Hasta la fecha esa bandera está fuera de orden. Como lo está la franquista y esos mismos ponen el grito en el cielo cada vez que se ve una en una manifestación. En ellas, aunque nos parezca aberrante su presencia por lo que representa, se explica más que en un edificio público. Podremos rechazarla pero no podemos evitar que un ciudadano sienta que esa bandera representa sus ideales mejor que otras. Así pues si alguien quiere ponerla en su balcón o llevarla en su camiseta cuando sale a manifestarse, simplemente tiene que asumir las consecuencias de esa decisión. Del mismo modo si un independentista quiere colocarse una bufanda con la “estelada” tiene todo el derecho a hacerlo. El problema se plantea cuando se trata de un edificio público. Es cierto que la “estelada” representa un anhelo de muchos catalanes pero Bosch se equivoca en el argumento de la libertad. Mi deseo de que Valencia se sienta bajo la protección de la Inmaculada Concepción no puede hacer que suba al balcón del Ayuntamiento y entre selfie y selfie, coloque una bandera azul con estrellas amarillas, salvo que sea la de Europa, inspirada en ella para horror de algunos anticlericales que ni lo saben. La libertad es poder llevar esa bandera donde quiera y poder defender esos planteamientos sin que me callen por ello. Pero en los lugares públicos hay que colocar la que todos compartimos, que ha sido votada por la mayoría y que representa los valores que nos conforman como pueblo. Hasta la fecha, esa bandera es la española, la europea y, en nuestro caso, la Senyera.

Si los deseos ocupan el lugar de las realidades corremos el riesgo de que no sean compartidos y, lo que es peor, que nunca lleguen a materializarse. Es lo que sucedió con la bandera arcoíris el día del Orgullo Gay. La diferencia es que en ese caso se apelaba a derechos civiles y no a opciones políticas discutibles.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


septiembre 2015
MTWTFSS
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
282930