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María José Pou

iPou 3.0

El pequeño Mas

Imitar a Artur Mas no es tan fácil. Lo parece porque su comportamiento es muy repetitivo. Así, hay quien cree que todo consiste en actuar como un martillo pilón, machacón e insistente. ¿Que a uno le preguntan qué hora es? Contesta “manzanas traigo”, que en clave independentista es un “queremos irnos” ante cualquier cuestión. Si las arcas están vacías, España nos roba así que mejor nos vamos. Si tenemos mucho paro, España nos roba el trabajo así que mejor nos vamos. Si los hospitales no tienen recursos, España se los lleva así que mejor nos vamos. Si llueve o nieva, España ha conjurado al dios de la lluvia con sus druidas para castigarnos, así que mejor nos vamos lejos. En definitiva, muy poco trabajo para el escribidor de argumentarios.

Sin embargo, la dificultad de copiar a Mas no es tanto la reproducción exacta de sus gestos o de sus actos, como la convicción con la que aparece en público. Mucho método Stanislavski hay que aplicar para creerse un Mesías, habida cuenta de que ninguno de nosotros puede bucear en el recuerdo de una experiencia similar vivida antes. ¿Quién ha pasado por el trance de ser enviado del Altísimo? Algunos hay y no todos están medicados, lo sé. Pero somos pocos. El caso es que resulta complicada la labor de introspección que recomiendan los expertos para desempeñar bien un papel.

Esa cierta “iluminacion” en la que vive Artur Mas tampoco ha brotado de la nada. Todo empezó con un pulso que perdió y cuyo fracaso no supo canalizar. Entonces fue cuando en su cabeza se unió (con perdón) el sentirse acorralalado con una estrategia y una vocecita que le susurró “tú pasarás a la historia, noi”. Y se lo creyó. Y empezó su camino hacia el precipicio.

Ese proceso no parece que vaya a ser similar al de Ximo Puig aunque ahora juegue a ejercer de “pequeño Mas”, con sus amenazas a Rajoy si no atiende a su llamada de atención. Razón no le falta. Todo hay que decirlo. Es poco elegante no atenderle y torpe desde el punto de vista estratégico. Si son ciertos los 1.600 millones que anunció el ministro Catalá, el dato, comunicado por él tras reunirse con Puig, hubiera sido más valioso. Que sea un ministro el que lo ponga sobre la mesa a preguntas de los periodistas lo rebaja, le da aires de víctima desairada y alimenta innecesariamente el discurso del ninguneo. El problema es que un anuncio así tiene que hacerse casi a hurtadillas, de lo contrario los demás presidentes podrian reclamar lo suyo. Esa es la razón por la que no han querido tocar el modelo en cuatro años, por mucho que ahora digan que fue cosa de ZP. Lo fue, en efecto, pero han tenido tiempo de cambiarlo y no les ha parecido urgente. La reclamación es justa pero las amenazas sobran. Si hay motivos para ir a los tribunales y posibilidades de éxito, váyase. Sin llorar. Si no, evítese el gasto extra. Pero, por favor, sin llorar.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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