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María José Pou

iPou 3.0

Refugiados en invierno

Porque era agosto. La suerte que tuvieron los refugiados sirios hace semanas es que aún pillaron agosto en su llegada masiva, cuando la mayoría de los focos de interés político están cerrados o bajo mínimos. Hasta el pobre Aylan murió en una playa apenas comenzado septiembre de tal modo que los medios de comunicación y, sobre todo, los políticos pudieron dedicarle parte de su precioso tiempo y espacio entre sus muchas ocupaciones.

Desde entonces, la vida pública se ha retomado, se han iniciado procesos de formación de gobierno; cambio de leyes que afectan a problemas internos y campañas electorales en marcha. Así no hay quien pueda diversificar su atención. Los políticos no consiguen centrarse en otra cosa que no sea su propia supervivencia, aunque sigan ahogándose niños en el Mediterráneo, aunque sigan jugándose la vida para salir de Turquía -por mucho dinero que la UE dé para comprar su tranquilidad- y aunque esté cerca un invierno que puede dejar en nada lo sufrido por los ejércitos de Gengis Khan, Hitler o Napoleón a las puertas de Rusia.

Hace apenas mes y medio, parecía que nada era más urgente en Europa que la suerte de los pobres desahuciados por la guerra, la violencia y el extremismo. Sin embargo, nada más volátil que un político occidental. Pasado el primer susto y las primeras reclamaciones ciudadanas, ahora ya no hay prisa, ni necesidades imperiosas ni alertas o alarma social. Como si los refugiados hubieran dejado de llegar, de salir de sus países, de sufrir persecución o de buscar una vida mejor en nuestro continente. Nuestros dirigentes tienen tan poca urgencia que pueden permitirse el lujo de concertar una o varias reuniones inoperativas, de las que no se llega a nada, como si el hambre y la necesidad de un techo no fueran más que una previsión de futuro en el hipotético caso de que lleguen a nuestras calles. Como si no estuvieran ya en las fronteras de Europa pidiendo por favor ser tratados como ciudadanos del mundo. Ver a Juncker, por ejemplo, hablando ayer de su esperanza en llegar a acuerdos hubiera sido normal en otro momento, es decir, si no tuviéramos aún en la retina su imagen jaleando a Rajoy días antes. Es evidente que todo puede quedar en suspenso mientras se dedican a lo que de verdad importa que es su propia continuidad. De nada sirve que las asociaciones que trabajan con refugiados estén alertando desde hace días que llega el invierno y estas personas no pueden estar en un campo, con una tienda de campaña y una manta. No, al menos, sin que se nos caiga la cara de vergüenza en la opípara Europa. En apenas mes y medio estaremos entrando en el invierno y llorando por una situación insostenible que la gran UE no ha tenido prisa en solucionar. Esto sí es coger el toro por los cuernos, como le gusta decir a Merkel. Pero está a punto de pegarnos un tremendo revolcón.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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