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María José Pou

iPou 3.0

Políticos asexuados

La última ha sido Carmen Lomana incorporándose a Vox pero ni es la única ni la más llamativa. Antes que ella, quien fuera el Jefe del Estado Mayor de la Defensa con Zapatero se unió a Podemos, y en estos días jueces y fiscales han anunciado su vinculación al partido de Iglesias, por un lado y al PSOE, por otro. Nada hay de extraño ni anómalo en el compromiso político de distintos profesionales. Si los hay de otros ámbitos y procedencias, no hay por qué reprocharles a estos lo mismo. La preocupación no está en su labor política tras haber ocupado puestos de responsabilidad en la Judicatura, la Fiscalía o el Ejército sino en el regreso a estos tras abandonar la política. Pero, sobre todo, lo más inquietante en este país es la duda que siempre crea la manifestación pública de las opciones personales. Da la sensación de que en España queremos profesionales “asexuados” en términos políticos, como si fueran ángeles: puros, asépticos, carentes de toda emoción o pulsión. A ese planteamiento subyace un grave prejuicio que considera sospechosa la afinidad política y rebaja el compromiso profesional de algunos. Según eso, un juez o un fiscal que ahora se une a Podemos o al PSOE ha podido ser parcial en sus decisiones, lo que no hace sino cuestionar su preparación y su ética profesional, en definitiva, una afrenta hacia su independencia y su criterio técnico.

Lo curioso es que la izquierda no duda en tomar ese camino cuando se trata de profesionales que se vinculan al PP ya sean actrices, cantantes o jueces. En este país e incluso en Europa hemos visto demonizar a decenas de ellos por sus creencias religiosas. Fernández Díaz, en el actual gobierno, o Gallardón, Federico Trillo, Michavila o Ana Mato, en anteriores. No hablo de su afortunada o desafortunada actuación política, muy cuestionable en algunos casos, sino en el prejuicio de quedar marcado por pertenecer a una organización religiosa o por manifestar su condición de católico. Si un juez, fiscal o general pueden tener sus ideas políticas, ¿por qué no sus creencias? Si en el primer caso no hay que suponer que sus opciones personales afectan a su profesionalidad, ¿por qué hay que darlo por supuesto cuando se trata de creencias y no de ideología política?

Esa tendencia, además, se ve ahora acrecentada por la tendencia a cruzar límites en televisión. La ligera separación entre la seriedad política y el espectáculo audiovisual se está rompiendo en esta campaña, con bailes, entrevistas rompedoras y visitas “a tu casa o a la mía” donde en breve veremos tanto a Rajoy como a Sánchez departiendo con Bertín Osborne. Por un lado exigimos que nuestros políticos sean puros y por otro estamos pidiendo que se muestren humanos como los demás mortales. Si los queremos así de mundanos, habrá que acostumbrarse a que tengan ideas, creencias y preferencias de todo tipo.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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