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María José Pou

iPou 3.0

El elector observado

Cada vez me convenzo más de que los sondeos electorales sirven para dar de comer a unas cuantas familias, azuzar la hoguera de las vanidades y poco más. No negaré que quienes llevan un sueldo a casa gracias a la alquimia electoral tienen todo mi afecto, pero presiento que, con los años, se va reduciendo la capacidad de sus encuestas para anticipar el futuro.

Una de las preguntas que surgen cuando veo los datos de algún sondeo, como el conocido ayer del CIS, es ¿de quién hablan? En principio lo hacen de todos los ciudadanos en la medida en que la muestra seleccionada representa a todos los grupos, perfiles y colectivos. Sin embargo, cuando leemos que, en el barómetro del CIS, el 75% de los encuestados asegura que irá a votar, me inquieto y temo que sea el “efecto observador” del que hablan los físicos cuánticos, esto es, la influencia que tiene sobre el objeto analizado el hecho de sentirse observado. Los científicos llegan a afirmar que el universo no existe hasta que es observado y si eso lo aplicamos a los sondeos podríamos decir, sin faltar a la verdad, que la intención de voto no se manifiesta hasta que se mide. En definitiva, el fenómeno nace con su observación.

Solo así me explico la diferencia entre quienes afirman que acudirán a las urnas y quienes realmente lo hacen. Por no hablar de quienes preferirán ultimar las compras navideñas antes que pasar por el colegio electoral el próximo 20 de diciembre. Estoy convencida de que algunos que aseguran estar dispuestos a votar, saben positivamente que no lo harán pero creen que quedaría poco cívico decir lo contrario. Es la mirada del analista lo que hace marcar la casilla del “Sí” aunque ya se tenga organizado un viaje a Honolulu por esas fechas.

Si no es previsible un 75% de participación electoral, ¿podemos fiarnos del resto de respuestas en el sondeo? ¿Acaso no se sentirá cohibido también en ellas quien responde? ¿De quién hablarán esta vez los datos? A la indeterminación hay que sumarle el alto porcentaje de indecisos, más del 40%; una cifra suficientemente alta como para que el resultado actual difiera de forma notable en todas las portadas del próximo 21 de diciembre. Si, por el contrario, se aproximaran, a pesar de eso, es porque los indecisos no solo están entre quienes anuncian que votarán sino también en ese 25% que no piensa hacerlo. De todos modos, el dato más llamativo de todos es el anunciado triunfo del PP. Aunque no llegue a gobernar, como pasó en la Comunidad Valenciana, que siga siendo el partido más votado da que pensar. Si con la que está cayendo, con todas las izquierdas a pleno rendimiento y con un clima poco favorable, los españoles siguen confiando en el PP habrá que tenerlo presente cuando se le quiera excluir o desligar de un mandato electoral. Al menos si, como suele ocurrir, quien lo hace presume de demócrata.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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