Las polémicas de estos días a cuenta de los debates y los candidatos de los partidos invitados a ellos provienen, más allá de las estrategias electorales, de la confusión de criterios. Se le reprocha a Rajoy que solo haya querido intervenir en el «tú a tú» con Sánchez pero su argumento es impecable: debate con quien tiene opciones de gobierno. El problema es que eso casa mal con la otra razón esgrimida: es el debate tradicional, siempre se ha hecho así y es lo clásico. El fraccionamiento del mapa político español apunta a la necesidad de ver todo el arco parlamentario, no solo el lugar de los partidos mayoritarios. No creo que se trate de una «nueva política», como algunos se empeñan en mantener arrogándose la capacidad de cambiar la Historia. Pero en cualquier caso la realidad nos habla de la aparición en el panorama electoral de nuevas alternativas. Y ahí es donde radica la justificación dada para mezclar criterios: Rajoy y Sánchez son candidatos de los grandes partidos mientras que Rivera e Iglesias lo son de partidos pequeños que ni siquiera están en el parlamento. Si los invitados a debatir son los ya elegidos por los votantes en las urnas, no caben estos dos; si, en cambio, lo son aquellos que todavía no se han estrenado pero prometen, no caben los dos grandes. La elección no puede ser más sesgada y solo responde al interés mediático, esto es, el show. Así se entiende la postura del presidente del gobierno. No tiene ningún interés por engrosar la cuenta de resultados de un grupo mediático. Ni tiene por qué. Junto a ellos, hay un candidato que moriría por haber estado: Alberto Garzón. Teniendo representación parlamentaria y habiendo sido el tercero en discordia cuando no había mucho más donde elegir, ahora no encaja ni entre los grandes ni entre los emergentes.
Lo curioso, sin embargo, viene de los reproches a quienes no son o a quienes ya fueron. Lo ha hecho en las últimas horas Pablo Iglesias para minar al secretario del PSOE utilizando tanto el pasado como el futuro. Además de descargar sus iras contra Felipe González, aliado de sus enemigos venezolanos, decía el ‘niño de la coleta’ que el PSOE debía mandar a Susana Díaz en lugar de Sánchez. A la futura, quiere decir, en total incoherencia con los reproches por la «operación Menina», destinada según él, a colocar a Soraya Sáenz de Santamaría en la carrera por la sucesión de Rajoy. El presidente del gobierno no quería ni por asomo verse en un cara a cara con Pablo Iglesias sin embargo Iglesias solo desea tener enfrente a quien encarna como pocos a todos sus fantasmas: la derecha, la oligarquía y los represores de las libertades en Europa y bla, bla, bla. Estamos a las puertas de convertir el Congreso de los Diputados en un gran plató de televisión donde las decisiones no las tomen los votantes sino los espectadores y los anunciantes.