Lo decía ayer Susana Díaz, al salir del colegio electoral: “hoy el voto nos hace iguales”. En efecto. No hay nada que más nos iguale que el acto de votar. A priori, todos los votos valen lo mismo, aunque con el reparto que impone la Ley d’Hont las cosas sean muy matizables. Lo comprobamos anoche cuando los porcentajes decían una cosa y el número de escaños, otra; cuando los partidos de mayoría urbana resultaban ganadores frente a la pérdida de las opciones rurales desperdigadas por todo el territorio nacional; cuando grupos muy fuertes en alguna comunidad, léase ERC, Bildu o Compromís, van a gobernar para toda España, aunque los dos primeros no quieran saber nada de ella y los segundos desprecien la decisión de “ofrendar nuevas glorias a España”. Lo único realmente igualitario es el acto de depositar el sobre en la urna. A partir de ahí las cosas son distintas si uno habita en una capital de provincia o si lo hace, en cambio, en un pueblo de la España profunda. Si algo ha quedado claro con los datos de ayer no es la muerte del bipartidismo sino que en España gobiernan las grandes concentraciones. Y que la izquierda hace aliados con más facilidad que la derecha. Así, no es extraño ver unidos a Compromís y Podemos con tal de alcanzar el poder y algo más preocupante para los valencianos que será ver a ERC junto a Compromís en el parlamento español.
Son alianzas que resultan curiosas después de haber estado soportando durante semanas el discurso de la nueva era tras el fin del bipartidismo. De momento casi un tercio de los españoles aún confían en los dos grandes partidos. Pero, además, la presentación de Podemos en coalición con otras opciones, mareas y demás formatos, lo convierten de facto en un gran partido de izquierdas. El empeño por reivindicarse frente a la polémica decisión de la vicepresidenta de dar los datos disgregados al presentar los resultados electorales, es el primer paso para un nuevo bipartidismo, uno de cuyos polos es Podemos que ha hundido a Izquierda Unida y ha dejado maltrecho al PSOE.
En cualquier caso, hay algo en lo que no fallaba la lideresa socialista: la igualdad solo vale para ayer, porque es terriblemente fugaz. A partir de hoy se inicia otro proceso en el que los ciudadanos no tenemos nada que decir.
Es el camino del poder. El segundo ejercicio de la lucha por conseguirlo. El primero es la elaboración de las listas electorales. La pelea por el poder interno. Ahora, la guerra se saca fuera de casa con el placet que les hemos concedido los ciudadanos. En las próximas semanas lo que estará sobre la mesa es la ambición particular y colectiva de la clase política. Justificarán el pacto alegando que ésa es la voluntad popular. Y lo curioso es que todos lo harán, sea cual sea el acuerdo. Con uno y con el contrario. Nosotros, como siempre, seremos rehenes de las urnas.