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María José Pou

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Brechas históricas

Los pasos que dan los gobiernos a favor de la mujer suelen dejar un regusto amargo. Es cierto que resultan necesarios porque las brechas históricas son todavía enormes, pero tienen vocación de “parche” con el que solucionar un problema previo que no se termina de abordar. Ocurre eso con la discriminación positiva y vuelve a aparecer ante la aprobación del complemento para las pensiones de mujeres con hijos que ayer hizo público el gobierno. Medida justificada como un reconocimiento a la contribución que las madres tienen al sistema de la Seguridad Social al compatibilizar su carrera profesional y la maternidad.

Aunque expresado de un modo incómodo por cuanto solo vincula la mujer al equilibrio demográfico, es cierto que su papel resulta especialmente importante. No porque la contribución sea exclusiva de ella sino porque, a menudo, es ella quien más sacrifica, la que más renuncia y la que más obstáculos encuentra en su desarrollo profesional para ser progenitora. Así, lo que vemos es un modo de compensar un mal trato anterior con una medida que ignora el papel de los hombres en el sostén de la pirámide demográfica. Lo cierto es que ellos no suelen ser entrevistados acerca de su vocación a la paternidad cuando buscan empleo, ni se arriesgan a perder el trabajo cuando su mujer queda embarazada ni sufren malas caras y reprimendas, cuando no acoso laboral, por preocuparse de su progenie. Así, no es que la mujer contribuya más, sino que la maternidad sigue viéndose como un problema para la empresa y como un impedimento para el desarrollo profesional. Ése es el origen de la discriminación que no se soluciona con una pensión. Parece una palmadita que dice: “sabemos que no lo hemos hecho bien, perdona y acepta una compensación”. El problema que debe abordarse es la primera parte: no lo hemos hecho bien. Porque, tal como se plantea, de un modo similar a las bajas laborales, ignora a las mujeres que se ven en esa situación cuando tienen que cuidar de otros miembros de la familia, sobre todo, los mayores o dependientes. Si su caso no es tenido en cuenta aunque se vean también afectadas en su desarrollo profesional, habremos de concluir en que la pensión se le da a la madre en cuanto procreadora en algo así como un “gracias por incorporar futuros contribuyentes al sistema”. De nuevo el problema es previo, esto es, falta crear un entorno de verdadera conciliación familiar donde se contemplen todas las situaciones de hombres y mujeres. Sobre todo, cuando caminamos hacia una sociedad con mayor esperanza de vida. Justificar una compensación justa, como la recientemente aprobada, en la demografía pervierte el argumento y es la demostración de la “mala conciencia institucional”. Se debe compensar a quienes dejan aparcada su carrera profesional por una contribución social que el Estado no realiza. Sea la que sea.

Temas

mujer, trabajo

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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