En las redes sociales los llaman “los Picapiedra”, Pedro Picapiedra y Pablo Mármol. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Si las referencias fueran más cultivadas diríamos que es un tándem apostólico, San Pedro y San Pablo, pero tienen poco de mártires y menos aún de grandes de la fe. De momento, son la pareja más buscada y anunciada por el propio Iglesias que se ya ve presidiendo el gobierno cuando Sánchez esté de visita oficial o reunido con el Eurogrupo en Bruselas. De eso se enteró por el propio rey, convertirlo sin quererlo en el correveidile de las negociaciones postelectorales. La Constitución dice que reina pero no gobierna, sin embargo, nada incluye sobre servir de correo entre dos gallos del mismo corral.
Por eso resulta tan curioso lo que anunció Iglesias de unas “negociaciones televisadas”. Llama la atención cuando él mismo ha estado ocultando su disposición a formar gobierno tras los velos de las líneas rojas, innegociables. Hasta que se negocian. El objetivo era el golpe de efecto, calculado al milímetro, que ayer produjo. Líbreme Dios de negociaciones televisadas con Iglesias, debe de pensar Sánchez si no es iluso, que de las ocultas me libraré yo.
El equipo de Podemos que ayer se presentó en la orquestada operación “Conquistar los cielos de la Moncloa” es un gran coreógrafo. Ha estado preparando el show durante semanas hasta lograr un puesta en escena, en azul y blanco; en dos filas –con las mujeres detrás, por cierto-; sin bebés ni niños de pecho, salvo Errejón, y con el mismo tono imperativo de siempre que intentaba suavizarse sutilmente. La voz de Iglesias, ayer, se parecía a esos malos doblajes en los que se escucha la voz original de fondo y la automatizada del intérprete intentando ocultar la otra. Cuando Pedro Sánchez escuchara a Iglesias decir “la posibilidad histórica de que (Sánchez) sea presidente es una sonrisa del destino que él siempre tendrá que agradecerme”, se le haría un nudo en el estómago que no le habrá dejado pegar bocado hasta ahora. Por siempre agradecido, por siempre en deuda, por siempre obligado. Mal presagio para comenzar. Pero sobre todo resulta preocupante ese intento por “televisar” las negociaciones. Lo que se vende como “transparencia” no es más que una forma de someter al PSOE. La transparencia es suficiente al dar a conocer los acuerdos, no el camino para llegar a ellos. Sin embargo, Podemos es experto en impacto de una imagen pública muy medida para encumbrarles a ellos y hundir al contrario. La tele, ahí, no es sinónimo de apertura sino de control. Nada mejor que usarla para poner contra las cuerdas al otro y hacerle una “llave” de demagogia cuando no ceda en lo que quieran ellos que ceda. En los Picapiedra, manda Pedro, el mayor, pero en esta pareja, es el pequeño Pablo Mármol quien conseguirá que se haga lo que quiere. Hasta el pobre Dino lo hará.