El maximalismo se ha impuesto en el discurso público. Una de esas muestras la dio ayer el alcalde Ribó calificando poco menos que de “ilegales” las últimas elecciones locales porque el partido más votado (el PP) pudo estar financiado de forma irregular, si así lo confirman las investigaciones judiciales de la “Operación Taula”. Podrá ser una forma sucia de ganar y de participar en la vida política pero hacer esa asociación entre financiación y resultado electoral resulta como mínimo aventurado. Por lo pronto considera al elector un títere en manos de la propaganda. Si ésta es mayor y mejor porque dispone de más fondos, el resultado solo puede ser positivo para el partido, viene a decir. Es cierto que una fuerza política sin fondos tiene muchas dificultades para darse a conocer. Es la experiencia por la que han pasado algunos partidos nacidos en los últimos años como UPyD o Ciudadanos. No hay más que recordar que el hoy trajeadísimo Rivera tuvo que hacer un cartel electoral ligero de equipaje, que diría Machado, para que se hablara de él, como así fue, y promocionar las nuevas siglas. Sin embargo, hay otros, como el PACMA, que ha quedado fuera del Parlamento con más votos que algunos nacionalistas y nunca ha tenido financiación de las arcas públicas ni canales de propaganda proporcionados por el Estado, ni espacio en las televisiones públicas y sin embargo ha ido recabando votos convocatoria tras convocatoria. Podemos es un caso aparte porque ha sabido conquistar territorios de los medios convencionales a base de estrategias bien diseñadas y quién sabe si financiación sorprendente, dejémoslo ahí.
La cuestión es que, si es verdad lo apuntado, las elecciones no son ilegales pero algunos han hecho trampa. Ahora bien, la trampa es peligrosa no tanto para ganar elecciones como para gobernar, enriquecerse y mantener un partido político. Al final lo de menos es el resultado electoral. ¿Quiere decir Ribó que con menos presupuesto la intención de voto hacia el PP hubiera cambiado? Y, aun siendo así, ¿qué consecuencias hubiera tenido? ¿Menos votantes? Él mismo tuvo menos y aún así gobierna. A veces los pactos corrigen no solo a las urnas, como diría Mas, sino a los presupuestos. En cualquier caso, más allá de las responsabilidades judiciales y políticas de cada cual, el asunto vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de revisar la financiación de los partidos. Si los cargos públicos dan 60 o 1000 euros, hay que saberlo. Si Irán quiere tener un bastión en un reino amigo de Arabia Saudí, debe conocerse. Y todo ello en sede parlamentaria antes que judicial, salvo que haya tocomocho. Que se hayan enriquecido es una cosa y que, más allá de eso, los partidos recurran a trampas para funcionar, es otra. Pero estos días se han escuchado pocas voces reclamando total transparencia. No, al menos, sobre sí mismos.