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María José Pou

iPou 3.0

Rus y los mesías

A mí los ‘Mesías’ siempre me han parecido unos berzotas. Dicho sea sin ánimo de ofender. No me refiero al auténtico. A ése se le perdona porque lo era, porque no iba de ello y porque no buscó su gloria. En cambio los que vinieron detrás me recuerdan demasiado a la vida de Brian y los falsos mesías.

Recuerdo la escena en la que Brian se hace pasar por un predicador para ahuyentar a los romanos y los que le escuchan acaban convencidos de que es el Mesías. A partir de ese momento le persiguen y, cuando en la carrera pierde una sandalia, la toman como una señal. Cuando por fin le alcanzan y él asegura no ser quien dicen que es, le contesta uno: «Yo digo que eres el mesías y de eso entiendo porque he seguido a varios».

Del mismo modo, los mesías contemporáneos dan miedo o risa. Quienes se creen salvadores de la patria o de la humanidad terminan por someterlas a su bota y a sus propios intereses. O sea, solo predican el Paraíso para ellos mismos. Para los demás, terminan por traer el infierno.

Hay otros, en cambio, que mueven a la risa, como Brian quien, sin querer, se ve encumbrado como nuevo libertador.

Yo no sé a quiénes se refería Rus cuando afirmaba que los candidatos del PP «son mesías a quienes seguir para abrir las puertas del cambio» pero por más que los miro no veo a ninguno en su situación. No es solo por la falta de taparrabos -y líbreme Dios de comparar tamaña prenda con algunos trajes- sino por la falta de carisma necesario.

Los mesías son seres extraordinarios o simples papanatas. No quiero incluir en ninguna de esas categorías a político local alguno. Extraordinarios no son y mejor no opinar acerca de su parecido con charlatanes del desierto.

La comparación de Rus me recuerda a Hugo Chávez más que a Juan el Bautista. En una palabra que el verdadero vestido mesiánico les queda grande. El único que les viene es el de salva-patrias y, francamente, ese no me gusta nada.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.