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María José Pou

iPou 3.0

Prima de riesgo de Sortu

Si hay algo de la vida política que me enerva es la filigrana verbal de quien dice sin decir y no quiere que parezca que dice cuando en realidad lo dice con todas las letras. O sea, la retórica al servicio de la mentira.

Esa es la sensación que me produce la discusión bizantina sobre si Sortu «condena», «rechaza», «repele» o «descarta» la violencia. A ETA o se le jalea o se le mete en la cárcel. Cualquier otra pirueta lingüística no es más que un intento por hacernos comulgar con ruedas de molino. Y por eso me enfada tanto no el intento de presentar una nueva candidatura sino el debate sobre eso.

Lo mejor sería aplicarles un periodo de prueba como tiene cualquier principante: que se lo gane, que demuestre interés, que tenga iniciativa y que constatemos una y otra vez su voluntad de cortar con ETA. Que nos los encontremos, por ejemplo, en manifestaciones contra el terrorismo, en manifiestos para el cumplimiento íntegro de las penas o en mensajes explícitos a la banda instándole a disolverse y entregar las armas.

Supongo que lo dicho sonará utópico e inviable pero no es un máximo imposible. Nosotros lo hacemos imposible cuando empezamos a rebajar el listón.

Formar parte de la vida política y beneficiarse de los dineros de todos supone estar a la altura. Significa demostrar a los ‘patrocinadores’, esto es, a los ciudadanos, que su dinero va a ser bien empleado. Si actúan así los mercados, ¿por qué no los ciudadanos? La actividad política es una inversión para todos nosotros y, por tanto, estamos obligados a vigilar muy bien el destino de esos fondos, buscar el máximo beneficio y retirar el dinero si vemos que no lo obtenemos.

Con Sortu, perdemos dinero -y todo lo demás- y por ello es legítimo exigir garantías y avales. Como hace el mercado con la deuda española. Esa exigencia ha de ser alta pues el riesgo es muy grande. La prima de riesgo de Sortu es, hoy por hoy, elevadísima.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.