¿Por qué fallan los grandes programas de televisión que antes arrastraban multitudes? ¿Cómo es posible que mientras nos apretamos el cinturón bajen las audiencias de las televisiones si se trata de un ocio barato?
Quisiera pensar que todo ello se debe al hartazgo del espectador que se ha cansado de la espiral de basura. Hasta hace poco tiempo parecía que los ciudadanos éramos capaces de tragarnos cualquier cosa a través de la pequeña pantalla y, así, las cadenas se dedicaron a rizar el rizo de la basura llevándola al paroxismo.
Hoy, sin embargo, esas fórmulas no parecen funcionar como se esperaba y los espectadores se diversifican entre cadenas nuevas, distintas y dispuestas a emitir otra cosa mientras las grandes y consolidadas insisten en los formatos manidos y sobreexplotados. Quiero pensar que no nos interesa tanta palabrería hueca y de escasa calidad. Estoy segura de que hasta en la basura hay clases y no es lo mismo un personajillo de medio pelo que otro inventado para la ocasión y exprimido hasta los huesos no por un programa sino por toda una parrilla de programación.
La gente sigue queriendo ver programas que le diviertan y le entretengan pero ¿por qué va a conformarse con cualquier cosa si puede encontrar algo mejor no solo en televisión sino en la Red?
Internet proporciona la opción de ver series extranjeras, películas clásicas o programas preferidos en diferido sin la eternidad de publicidad de la pantalla y en el momento escogido. El problema -para que luego diga la ley Sinde- es que buena parte de ese material no es legal. La pregunta inevitable es si existe demanda ¿por qué no procuran que haya oferta a precio razonable? ¿Por qué no intentan buscar a la audiencia allá donde está en lugar de querer tapar las fugas que tienen en el formato convencional? Lo decía Elena Salgado: en Internet, sí, pero pagando. Pero ¿es buena la oferta de pago que hay o todavía no?